Si pensabas que cruzar el desierto, sólo es posible a lomos de un camello o subido a un jeep es porque todavía no conoces el Lago Nasser. Un lago artificial que nace en Aswan, atraviesa el desierto Nubio y se extiende más allá de la frontera con Sudán.
Un paraíso para los sentidos, una amalgama de sensaciones en un contraste paisajístico único en el mundo: un gran lago que se abre camino entre extensas dunas de arena y templos de Faraones.
Debido a las recurrentes crecidas del río Nilo, que inundaban en exceso los cultivos, el gobierno, mandó construir la presa de Asuán, regulando así, estas crecidas. Consecuencia de ello, surgió el lago Nasser, con una entensión de 550 km de largo y 35 km de ancho en su punto de mayor amplitud.
Un «mar» sin oleaje, en el que habitan cocodrilos, diferentes especies de aves, lagartos, serpientes, escorpiones, peces como la perca del Nilo (uno de los mayores peces de agua dulce del mundo).
Pero, tranquilos, están tan relajados en este entorno que dicen que sólo salen de noche, a excepción de los mosquitos, que no duermen y siempre te acompañan.
En Asuán, donde comienza este extenso lago creado por el hombre, nos espera nuestra embarcación.
El barco o motonave, es pequeño, muy acogedor. Su tripulación muy cercana. Su simpatía, hace que desde el primer día, nos sintiésemos como en una pequeña gran familia.
En cubierta tiene una pequeña zona chill out, con cojines sobre el suelo; una piscina, hamacas y mesitas donde realizamos una cena muy especial la última noche a bordo y que contaremos al finalizar el relato.
Las habitaciones son muy chiquititas. Pero con unos balcones increíbles para perderte en tus pensamientos o simplemente para abandonarte y no pensar, mientras contemplas como el sol se derrite en el «mar del desierto».
Los mejores recuerdos del viaje, nacen aquí. Experiencias y sensaciones inigualables, como fue la amistad que surgió y que dura en el tiempo, con una pareja de catalanes, intrépidos aventureros del mundo, que llegaron al desierto con el neceser de aseo extraviado.
Ellos junto a nuestros compañeros de travesía, hicieron de este, nuestro primer viaje, la mejor experiencia de nuestra vida.
Y quizás, Egipto, y todas las pericias que compartimos allí, son los culpables de nuestra pasión por viajar. Conocer y disfrutar en tierras foráneas, costumbres dispares a la nuestra. Tan enriquecedoras como agotadoras, que te dan mucha sed. ¡Sed por viajar!
¡Y es que Nubia tiene algo especial!
Tan especial, como sus habitantes.
Llegaron al barco con instrumentos musicales y muchas ganas de transmitir su alegría, enseñándonos música y bailes típicos de su poblado.
Y la noche fue un no parar de bailes, risas y mucha complicidad.
Pero entre el ruido, bullicio de bailes y disfrute, una niña me cautivó.
No sé qué fue ni cómo pasó, solo recuerdo que desde que cruzamos la mirada no nos separamos en toda la noche. Ni yo de ella, ni ella de mí. Debía ser mutuo. Su manera de mirarme, de tocarme las manos con timidez y dulzura, su sonrisa imborrable.
Que destinos tan distintos, compartiendo un mismo momento.
Los Nubios son una humilde población, que vive de las artesanías hechas a mano. Si tenéis oportunidad, visitar su poblado y comprar su arte. Lo que en la antigüedad fue un reino independiente, actualmente, son grupos y poblados que se asientan a lo largo del valle del Nilo. Tuvieron que ser trasladados, cuando poblados del sur quedaron cubiertos por las aguas del Nasser.
La fina y cálida arena del desierto de Egipto, ha sido testigo silencioso, del nacimiento, expansión y decadencia de una gran civilización.
Secretos de Faraones, templos perdidos entre las dunas que han sido bien guardados durante siglos por el manto del desierto.
En este escenario, ha sido fundamental la intervención de la mano del hombre, evitando la desaparición, si bien no de todos, de numerosos templos Nubios bajo las aguas del lago Naser.
Tuvimos la oportunidad de visitar algunos de los templos que se rescataron: Templo de Derr, Templo de Wadi El-Seboua, Templo de Amada y el monumental Templo de Abú Simbel.
Fueron muchos los paises que colaboraron con Egipto haciendo posible el traslado, bloque a bloque, de los templos a ubicaciones más elevadas. Entre ellos España.
Como agradecimiento, Egipto regaló al país, el templo de Debod. Un trocito de historia que podemos visitar en Madrid.
Hemos llegado al final del recorrido. Estamos en el sur del país, en la frontera con Sudán.
Los templos que hemos visitado, a excepción del espectacular Abú Simbel, no son ni tan grandes, ni de tanta relevancia como los que puedes visitar en un crucero por el Nilo.
Pero destaco, el increíble atardecer, la tranquilidad del lugar, libre de la contaminación y sobresaturación de barcos que caracteriza al Nilo, y el encanto de caminar entre templos, por el desierto, sin aglomeraciones de turistas, tan sólo con tus «hermanos» de viaje.
Si no haces el crucero por el lago Naser, Abú Simbel se suele visitar en una excursión que sale desde Asuán haciendo un viaje de aproximadamente de 6horas (en total, ida y vuelta). Más agotador, pero es un templo espectacular. Lugar de obligada visita.
Y como prometí, queda por relatar la última cena a bordo de este crucero.
Después del espectáculo de luces y sonido, que al ponerse el sol, proyectan sobre la fachada del templo, nos dirigimos a nuestro barco.
Allí, en cubierta, degustamos los especiados sabores egipcios, los variados y caseros panes y los deliciosos postres, en un escenario inigualable. Contemplando iluminado Abú Simbel, el templo construido en la época de mayor expansión de Egipto. Grandioso.
Si rechazas la comida, ignoras la vestimenta, temes la religión y evitas a las personas, quizás sea mejor que te quedes en casa.James Michener