Apenas podía vislumbrar el enorme rostro que sobresalía sepultado de las cálidas arenas del desierto nubio. Tuve que bajar al Nilo y adentrarme en él para poder contemplarlo en toda su magnificencia. Su grandiosidad me ha dejado maravillado.Diario de Johan Ludwig Burkhardt. Año de 1813.
Dos años más tarde, Burkhardt, estando en la ciudad de El Cairo, Johan, compartió la existencia de dicho templo con su colega Giovanni Battista Belzoni, el cual en 1817 y junto con su esposa, pusieron rumbo al lugar que le había indicado.
Al llegar, distinguieron entre la arena los templos sepultados y la estatua de un dios con cabeza de halcón. Giovanni, muy acertadamente, pensó que la entrada se encontraría debajo, pero antes habría que retirar toda la arena para lograr entrar.
Era 31 de julio cuando, sentados en la arena que cubría el interior del imponente vestíbulo, ocho gigantescas estatuas de Ramsés II y unas imágenes, que en ese momento no reconocieron, «La Batalla de Qadesh», donde se representaba la victoria del Faraón en Canaán sobre los Hititas, eran desde más de mil años antes, nuevamente contempladas. Abu Simbel emergía magestuoso ante sus ojos.
Se tardaron unos veinte años, aproximadamente, desde que en el año 1284 a.C., Ramses II mandara excavar en la roca los dos templos que componen el complejo de Abu Simbel.
El de menor tamaño es el dedicado a su amada y predilecta esposa Nefertari donde se rinde culto a la diosa del amor Hathor. En su fachada se disponen seis estatuas, cuatro de Ramsés y 2 de Nefertari, todas ellas del mismo tamaño. Algo muy poco corriente, ya que las del faraón siempre deben de ser las de mayor tamaño. En el interior nos encontramos con escenas de Ramsés y su esposa ofreciendo sacrificios a los dioses y al fondo del templo, en el santuario, una única estatua de la diosa Hathor.
El más grande y conocido como el Templo de Ramsés, está dedicado a la exaltación de su famosa victoria en la batalla de Qadesh y rinde culto a los dioses Amón, Ra y Ptah.
En la fachada principal del templo, nos encontramos con cuatro enormes colosos, de unos 20m de altura, representando a Ramsés II sentado en su trono. A los pies de éstos, se observan otras estatuas más pequeñas que representan a diversos miembros de la familia real, tales como: Nefertari, su esposa; Tuya, la madre de Ramsés; Amenhirjopshef y Ramsés, sus dos primeros hijos y Bintanat, Baketmut, Nefertari, Meritamón, Nebtaui e Isetnofret, sus seis hijas. Todo ello encabezados en lo más alto del templo por 22 babuinos con los brazos extendidos adorando al Sol naciente.
Sobre la puerta de entrada, se sitúa la estatua del dios Ra-Horajti con cabeza de halcón sosteniendo un jeroglífico y una pluma en su mano derecha, y la diosa Maat (diosa de la Verdad y de la Justicia) a su izquierda. Todo ello flanqueado por dos representaciones, a izquierda y derecha, del faraón en adoración y ofrenda.
En la parte interior del templo hay ocho grandes estatuas que representan a Ramsés, cuatro en cada lado. Las situadas a la izquierda llevan la corona blanca del Alto Egipto, mientras que las del lado opuesto la corona doble del Alto y el Bajo Egipto.
Los bajorrelieves en las paredes de la sala hipóstila representan escenas de batallas de Ramsés II. La mayoría de ellas son de la batalla de Qadesh contra los hititas, donde la más representativa sea la que muestra al faraón lanzando flechas desde su carro.
En las demás salas, escenas de ofrendas a los dioses, Ramsés y Nefertari con las barcas sagradas de Amón y Ra-Horajti.
El efecto más enigmático, lo encontramos en el santuario. En él se encuentran cuatro figuras, sentadas, talladas en la roca: Ra-Horajti, Ramsés deificado, Amón y Ptah. Debido a la orientación en la que se construyó el templo, sólo los días 21 de octubre y febrero (61 días antes y depués del solsticio de invierno), fechas del nacimiento de Ramsés y de su coronación, respectivamente, los rayos del Sol penetran hasta el fondo del templo iluminando tres de las cuatro estatuas, quedando en penumbra la del dios Ptah. Éste hecho se debe a la relación que se le atribuye al dios Ptah con el inframundo y su permanencia en las sombras.
Lo más curioso de todo, es que a partir del año 1963, año en el que el templo es trasladado desde su lugar de origen, y a pesar de tener los más modernos métodos de cálculo para emplazarlo en la misma orientación que ha tenido durante más de 3000 años, dicho fenómeno no ha podido reproducirse en fecha jamás. Ahora Ramsés, Ra-Horajti y Amón reciben los rayos de Sol un día después.