Santillana del Mar

26 min.

Dicen que Santillana del Mar es el pueblo de las tres mentiras, porque ni es «santa», ni es «llana», ni tiene «mar». Y aun así, es probablemente el pueblo más famoso de Cantabria y uno de los más bonitos de España.

Entrada al pueblo de Santillana del Mar

Nosotros lo hemos elegido como campamento base de nuestras vacaciones cántabras, después de pasar unos días de lujo en el Hotel Abadía Retuerta Le Domaine, y aquí nos alojamos en el Hotel Cuevas (que tendrá post propio, porque lo merece).

Hotel Cuevas

Ahora bien, un aviso al viajero: Santillana del Mar es tan popular que parece que lo visitan todos los que alguna vez han comprado un sobao en su vida. Si quieres fotos de las calles vacías, toca estar temprano en sus calles, y cuando digo temprano me refiero a las 6-7 de la mañana. Solo a esa hora los únicos que estorban son los gorriones.

Detalle de los balcones

Un poco de historia para ponernos en situación

Santillana del Mar nació al calor de la Colegiata de Santa Juliana, en torno al siglo IX. Allí se guardaban las reliquias de la santa mártir Juliana de Nicomedia, y como suele ocurrir, lo sagrado atraía a peregrinos, y los peregrinos generaban vida y comercio.

Bajorrelieve de Santa Juliana dominando al demonio

Poco a poco, la villa fue creciendo alrededor del monasterio y se convirtió en uno de los enclaves más importantes de la cornisa cantábrica durante la Edad Media.

Fuente del Lavadero y Abrebadero

En el siglo XII, la Colegiata se consolidó como centro religioso y político de la zona, y la villa alcanzó un notable poder gracias a los privilegios otorgados por reyes y nobles.

Colegiata de San Juliana

Durante los siglos XV y XVI, las familias nobles cántabras construyeron aquí sus casonas solariegas y torres blasonadas, que aún hoy marcan la identidad de Santillana. Era un signo de prestigio residir en la villa, un escaparate de linajes y riqueza.

Detalle del Ayuntamiento

Su ubicación estratégica, muy cerca de la costa y en pleno camino hacia Santiago, la convirtió en parada obligatoria para mercaderes y peregrinos. Y lo mejor es que todo este legado ha llegado hasta nosotros prácticamente intacto: Santillana del Mar es hoy un museo al aire libre del medievo español.

Camino de Santiago a su paso por Santillana

Dato Curioso: Santillana del Mar fue propuesta en su día para ser Patrimonio de la Humanidad, pero no lo consiguió por una razón muy mundana: tener demasiadas tiendas de souvenirs.

Gastronomía

Cantabria no solo se recorre con los pies: también con el paladar. Anchoas, quesos, cocido montañés, sobaos pasiegos… la despensa cántabra es de las que dejan huella. Pero nuestra experiencia en Santillana del Mar vino con anécdota incluida.

Descansando

Dicen que viajar te abre horizontes… pero a veces también te los cruza. Y es que, antes de viajar, charlando sobre vacaciones en la oficina, descubrí que mi compañera Cristina también iba a pasar unos días en el pueblo. Total, que entre coincidencias y risas, y puesto que ella iba a estar unos días antes por la zona, nos sugirió quedar a cenar en el restaurante Celina Bonita junto a su marido Juandi y la peque María.

Restaurante Celina Bonita

El local hace honor a su nombre: acogedor, coqueto y con una propuesta gastronómica que combina tradición cántabra con un punto creativo que engancha. Entre risas, buena comida y esa sensación de que el mundo es mucho más pequeño de lo que parece, la cena se convirtió en uno de esos recuerdos que suman sabor (literalmente) a cualquier viaje. Lo único que falló fue nuestra memoria colectiva… ¡se nos olvidó hacer una foto de los cinco juntos! 😨 Una excusa perfecta para repetir, ¿no? 🤪

Calle empedrada

Monumentos de Santillana del Mar

En Santillana del Mar cada calle empedrada, cada balcón de madera y cada escudo grabado en piedra cuenta una historia que nos transporta a la Edad Media. Sus monumentos, verdaderas joyas arquitectónicas, han hecho de la villa uno de los grandes centros históricos de Cantabria. Desde la imponente Colegiata de Santa Juliana hasta las casonas y palacios levantados por la nobleza, hace que recorrer sus calles sea sumergirnos en siglos de arte, poder y tradición a través de sus muros.

Portada meridional

Colegiata de Santa Juliana

La Colegiata de Santa Juliana es, sin duda, la joya de la corona de Santillana del Mar y el principal motivo por el que la villa se convirtió en uno de los centros más importantes del románico en el norte de España. Su origen se remonta al siglo IX, cuando se erigió un monasterio dedicado a Santa Juliana de Nicomedia, una mártir cristiana cuyas reliquias llegaron hasta aquí por algunos monjes peregrinos. Con el tiempo, el pequeño cenobio se transformó en colegiata regiuhu da por una comunidad de canónigos de San Agustín y, a partir del siglo XII, comenzó la construcción del templo románico que hoy admiramos.

Colegiata de Santa Juliana

El edificio impresiona desde su misma fachada, con una portada de arquivoltas decoradas y un ábside semicircular que marca el estilo de la época. En el interior, una iglesia de tres naves de cuatro tramos y transepto, tres ábsides semicirculares, una torre cilíndrica, y cimborrio sobre el crucero. Se completa el conjunto con un claustro y las dependencias abaciales. La nave central es de mayor anchura que las laterales e igual a la del transepto, por lo que el crucero presenta planta cuadrada. Fue declarada Monumento Nacional en 1889, marcando así su valor histórico y artístico.

Detalle portada meridional

Una vez dentro, uno de los primeros elementos que atrae la mirada es el retablo mayor, obra barroca del siglo XVII, que preside el presbiterio. Tallado en madera dorada, está dedicado a la mártir Santa Juliana y lo protagonizan escenas de su vida y martirio, acompañadas de apóstoles y santos que refuerzan el carácter catequético de la pieza. Es un contraste fascinante con la sobriedad románica del templo: un estallido de luz y color que conmueve a propios y extraños.

Retablo Altar Mayor

Junto al gran retablo mayor, la colegiata guarda auténticos tesoros que merece la pena contemplar con calma. Entre ellos destacan el relieve de Santa Juliana dominando al demonio, símbolo de la victoria de la fe sobre el mal, y el de Santa Ana con la Virgen, que refleja la ternura familiar dentro del arte sacro.

Relieve de Santa Ana y la Virgen

El espacio se corona con el imponente pantocrátor, representación de Cristo en majestad, situado en el ábside central. Esta imagen, tan característica del románico, muestra a Cristo como juez supremo y señor del universo. Justo en la parte inferior se alza una monumental pila bautismal románica, tallada en un solo bloque de piedra. De forma circular destaca el relieve de Daniel en el foso de los leones. Su tamaño no pasa desapercibido y conecta directamente con la importancia que este sacramento tuvo en la Edad Media.

Pantocrator y Pila Bautismal

La colegiata también habla a través de la música. El templo conserva un elegante órgano barroco, cuyas notas aportaban solemnidad a las celebraciones. A su lado, un antiguo libro de coro de gran formato guarda las partituras que acompañaban la liturgia. Sus páginas, escritas en notación gregoriana, evocan aquellas ceremonias medievales en las que el canto comunitario era la forma más pura de oración.

Detalle libro musical y órgano

El Claustro

La joya escondida de la Colegiata de Santa Juliana no está en su fachada ni en su imponente nave, sino en un espacio más íntimo y silencioso: el claustro. Construido entre finales del siglo XII y principios del XIII, fue concebido como lugar de meditación y recogimiento para los monjes. A diferencia del bullicio de la villa medieval, aquí reinaba el silencio roto únicamente por el murmullo de rezos o el canto de los pájaros que entraban desde el patio central.

Claustro Colegiata Sta. Juliana

Arquitectónicamente, el claustro es una de las mejores muestras del románico en Cantabria. De planta cuadrada, está formado por cuatro galerías con arcadas apoyadas sobre columnas pareadas. La sobriedad de su diseño contrasta con la riqueza escultórica de los capiteles, que son el auténtico tesoro de este espacio.

Vista Claustro

Cada capitel es distinto, y en sus tallas se despliega un verdadero catálogo del imaginario medieval. Escenas bíblicas como Daniel en el foso de los leones, la expulsión del Paraíso o la Anunciación conviven con motivos vegetales, monstruos fantásticos, animales luchando y hasta representaciones de la vida cotidiana. Estos relieves tenían un claro fin didáctico: en una época en la que la mayoría de la población no sabía leer, la piedra era la gran narradora de historias.

Detalle Canecillo

Uno de los detalles más fascinantes es cómo los escultores supieron mezclar lo sagrado y lo profano, dejando en el claustro no solo mensajes religiosos, sino también guiños a lo humano y lo terrenal. Así, el visitante actual puede leer en los capiteles no solo la Biblia, sino también las inquietudes y creencias de quienes habitaron la Edad Media.

Detalle escena esculpida en el pilar

Hoy, pasear por el claustro de la Colegiata es una experiencia mágica. La luz se filtra suavemente entre los arcos, proyectando sombras que cambian a lo largo del día y realzan las tallas. Es un lugar que invita a detenerse, a observar con calma cada detalle y a dejarse llevar por la sensación de estar en contacto directo con ocho siglos de historia.

Columnas del claustro

Torres, Palacios y Casonas: la Santillana más noble

Si por algo deslumbra Santillana del Mar (además de por las hordas de turistas que te obligan a madrugar a las 6:00 para hacer fotos en paz 😅), es por la cantidad de palacios y casonas señoriales que se alinean en sus calles empedradas. Durante los siglos XV al XVII, las familias más poderosas de Cantabria —los Mendoza, los Velarde, los Peredo-Barreda, entre otros— levantaron aquí auténticas mansiones para dejar claro su estatus.

Escultura Homenaje al Hombre de Altamira de Jesús Otero

El resultado es un pueblo que parece un catálogo en piedra de la nobleza montañesa: fachadas blasonadas, escudos heráldicos, torreones y balcones que aún hoy cuentan historias de linajes, poder y prestigio.

Detalle apero

Palacio Peredo-Barreda

Se trata de unos de los edificios más elegantes y singulares de la villa de Santillana del Mar. El conjunto lo forman el Palacio Peredo-Barreda, las casas anexas y el espléndido jardín que las enmarca. Está construido sobre alguna antigua torre o vivienda gótica que la familia Barreda poseía en este solar. Fue construido en torno al 1700 por D. Francisco Miguel de Peredo, cuyo linaje era también propietario de los palacios de Mijares y Viveda. También es conocido como “Palacio de los Benemejís”, al ser los descendientes de la marquesa de Benemejís los propietarios del palacio hasta su adquisición por Caja Cantabria.

Palacio de los Peredo-Barreda

El moderno Centro Cultural, al que ha dado origen la intervención arquitectónica en las casas anexas de Velarde y Quijano, acoge una programación expositiva estable. La rehabilitación del Palacio y de los conjuntos patrimoniales que alberga, biblioteca, artes decorativas y plásticas, constituye un nuevo espacio de interés cultural.

Detalle del escudo heráldico

Casa Leonor de la Vega

La llamada Casa de Leonor de la Vega es una de las construcciones más emblemáticas de Santillana del Mar. Se trata de una casona de finales del siglo XV o principios del XVI, situada en la calle del Cantón, cuya fachada luce tres escudos góticos de la alianza Polanco–Lasso de la Vega. Esta asociación heráldica ha alimentado la creencia de que el edificio fue la residencia de Leonor de la Vega y de su hijo, Íñigo López de Mendoza, primer Marqués de Santillana.

Fachada Hotel «Casa del Marqués»

Leonor de la Vega —también conocida como Leonor Lasso de la Vega— nació hacia 1365 y pertenecía a uno de los linajes más poderosos de Cantabria. Hija de Garci Lasso Ruiz de la Vega, heredó un extenso señorío con tierras, puertos, salinas y derechos que la convirtieron en una figura clave en la política castellana del siglo XIV. Viuda del infante Juan Téllez de Castilla, caído en la batalla de Aljubarrota, contrajo matrimonio en 1387 con Diego Hurtado de Mendoza, con quien consolidó aún más el poder familiar.

Salón Hotel | Foto: ©hotelcasadelmarques.com

En la actualidad, este histórico edificio se ha reinventado como el Hotel Casa del Marqués, uno de los alojamientos de lujo más reconocidos de la villa. Sus muros de piedra, artesonados y detalles medievales han sido restaurados con mimo para ofrecer a los visitantes una experiencia que combina historia y confort, permitiendo dormir literalmente en un pedazo de la historia de Cantabria.

Jardín Hotel | Foto: ©hotelcasadelmarques.com

Parador Gil Blas

En plena Plaza Mayor se levanta el Parador Gil Blas, un edificio señorial que parece sacado de una novela del Siglo de Oro. Su origen está en una casona barroca del siglo XVII, conocida como la Casa de los Barreda-Bracho, que perteneció a una de las familias más poderosas de la villa.

Fachada principal del Parador Gil Blas

El palacio, construido en sillería con fachada simétrica y balcones enrejados, muestra el estilo noble propio de la época: sobrio, elegante y con un gran escudo heráldico que recuerda a quienes mandaban aquí hace unos siglos. Con el paso del tiempo, el edificio se transformó en lo que hoy conocemos como el Parador de Turismo Gil Blas, uno de los más emblemáticos de la red.

Salón interior | Foto: ©paradores.es

¿Y de dónde viene el nombre? Pues es un guiño literario al protagonista de la obra “Las aventuras de Gil Blas de Santillana”, escrita en el siglo XVIII por Alain-René Lesage. Aunque el autor era francés, ambientó la novela en esta villa cántabra, haciendo que Santillana viajara por Europa a través de la literatura.

Edición Inglesa Gil Blas 1761 | Foto: ©wikipedia.com

Casa del Águila y la Parra

En pleno casco histórico se alzan estas dos casonas solariegas del siglo XVII. La primera luce un gran escudo nobiliario con un águila bicéfala, mientras que la segunda presume de un balcón corrido típico de la arquitectura montañesa. Hoy ambas funcionan como salas de exposiciones, pero su presencia nos habla del esplendor de la villa en los siglos de oro de la nobleza cántabra.

Casa del Águila
Casa de la Parra

Torre del Merino

Construida en el siglo XIV, debe su nombre al cargo de “Merino”, que era un representante real encargado de administrar justicia en nombre del rey. Su aspecto sólido y austero recuerda que en la Edad Media el poder se mostraba a golpe de piedra y almena.

Torre del Merino

Torre de Don Borja

Edificada en el siglo XV por la familia Barreda-Bracho, es uno de los símbolos del poder nobiliario. Hoy está restaurada y funciona como centro cultural y de exposiciones, pero antaño era una fortaleza y residencia señorial que imponía respeto en la villa.

Torre de Don Borja

Palacio de Velarde

Otro de los edificios que roba miradas en Santillana es el Palacio de Velarde, levantado en el siglo XVI por la influyente familia Velarde, uno de los linajes más poderosos de Cantabria. El palacio muestra un estilo claramente renacentista, con fachada de sillería, balcones enrejados y un imponente escudo que deja claro el peso social de quienes residían tras sus muros.

Palacio de Velarde

Más allá de su belleza arquitectónica, el palacio conecta con una familia que dejó huella en la historia de España. De hecho, uno de sus descendientes, Pedro Velarde, se convirtió en héroe nacional durante el levantamiento del Dos de Mayo de 1808 frente a las tropas napoleónicas.

Interior del Palacio | Foto: ©tripadvisor.com

Hoy es el único palacio renacentista visitable de Cantabria, lo que lo convierte no solo en un testimonio excepcional de la arquitectura civil de los siglos XV y XVI, sino en un símbolo vivo del tránsito entre la Edad Media y la Modernidad.​

Entrada al Museo | Foto: ©palaciodevelarde.com

Museo Diocesano Regina Coeli

Si la Colegiata es el alma espiritual de Santillana, el Museo Diocesano Regina Coeli es el gran guardián de su patrimonio religioso. Está ubicado en un antiguo convento dominico del siglo XVII, un edificio sobrio pero imponente, que hoy abre sus puertas para mostrar una de las colecciones de arte sacro más importantes de Cantabria.

Museo Diocesano

En sus salas se pueden admirar esculturas románicas y góticas, tallas policromadas, orfebrería, cantorales y piezas litúrgicas que abarcan desde la Edad Media hasta el Barroco. Entre lo más destacado figuran las vírgenes románicas en madera, que sorprenden por su sencillez y fuerza expresiva, y los grandes retablos barrocos que parecen salidos de un decorado teatral.

Sala del Museo | Foto: ©diocesisdesantander.com

El museo cumple además una doble función: por un lado, conserva y expone el arte religioso de la región; por otro, invita a reflexionar sobre el peso que tuvo la Iglesia en la vida social, cultural y económica de Cantabria. Caminar por sus pasillos es asomarse a siglos de devoción, de poder e incluso de política, porque el arte sacro fue mucho más que decoración: era un lenguaje de símbolos que hablaba directamente a los fieles.

Fachada Museo Diocesano

Calles empedradas

No son un monumento oficial, pero deberían serlo. Sus piedras han visto pasar monjes, nobles, peregrinos, mercaderes y ahora hordas de turistas armados con palos selfie. Cada esquina es fotogénica, y cada rincón huele a historia (y a sobao, para qué negarlo).

Calle de Santillana del Mar

Excursiones desde Santillana del Mar

Uno de los grandes puntos fuertes de Santillana es que no solo es preciosa en sí misma, sino que está rodeada de lugares que merecen mucho la pena. Desde aquí hicimos varias escapadas que completaron nuestra estancia:

Calle Santillana
  • Suances: a pocos kilómetros, esta villa marinera regala playas atlánticas y puestas de sol de postal. Perfecta para desconectar del empedrado medieval y sentir la brisa marina.
  • Mirador de Suances
  • San Vicente de la Barquera: un clásico cántabro con su puente de piedra, su castillo y el ambiente pesquero más auténtico. Aquí el marisco sabe todavía mejor, sobre todo en La Ostrería.
  • Ermita de la Barquera
  • Cuevas de Altamira: la Capilla Sixtina del arte rupestre, un viaje de 15.000 años atrás que combina arqueología, emoción y visita a la neocueva.(ver post)
  • Detalle de un bisonte pintado
  • Excursión con Civitatis: nos apuntamos a una ruta que incluía el mágico Bosque de Secuoyas (sí, en Cantabria también hay gigantes de California), Comillas con parada en el Capricho de Gaudí, y para rematar, un paseo histórico por Santillana que nos ayudó a ver con otros ojos las calles que ya habíamos recorrido por libre.
Capricho de Gaudí

Conclusión

Santillana del Mar encarna lo que cualquier entusiasta de la historia añora: un enclave donde cada esquina habla de monasterios, reliquias, poder noble, arte románico y vida medieval condensada; donde el arte rupestre nos conecta con nuestros ancestros; donde las torres y muros relatan linajes y estrategias. Y todo ello rodeado de naturaleza: colinas, playas cercanas y senderos que invitan a la contemplación.

Callejón

Si disfrutas de los detalles, de la arquitectura, de historia y de una tradición y folclore que no necesita aditivos modernos para conquistar al visitante, aquí tienes tu destino soñado.

Colegiata Santa Juliana
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Apasionado por la tecnología, el diseño y la fotografía, combino informática y creatividad en el desarrollo web. Amante de la gastronomía, el deporte y los viajes, siempre en busca de nuevas experiencias que me inspiren.
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