En el corazón de Almansa, un pueblo que rezuma historia en cada rincón, se alza el Mesón de Pincelín, un restaurante con más de 70 años de historia que ha sabido evolucionar sin perder su esencia.
Mesón de Pincelín: Elegancia y Tradición desde 1952
Mesón de Pincelín fue fundado en 1952 por Pascual Blanco Cantos y su esposa Josefa Ruano Cerdán, este emblemático establecimiento ha ganado prestigio por su propuesta culinaria tradicional y sencilla.
La historia detrás del nombre: Elegancia hecha identidad
El apodo «Pincelín» tiene su origen en la meticulosa atención de Pascual a su apariencia personal. Como relata la propia Josefa:
Mi marido siempre cuidó con esmero tanto su aseo personal como la vestimenta y el calzado, y, cuando a él me refería, siempre indicaba que iba ‘como un pincel’. De ahí el nombre de ‘Pincelín’ y la posterior denominación del establecimiento hostelero.Josefa Ruano Cerdán
Este cuidado no era un detalle menor, sino una rutina que Pascual elevó casi a un arte. Su día comenzaba con una parada en la Fábrica de Gonzalo, donde se aseguraba de que sus zapatos fueran lustrados hasta brillar. Solo después de este ritual, con el porte impecable que lo caracterizaba, Pascual se dirigía al mercado para seleccionar los mejores productos, manteniendo siempre un estándar de calidad que sería la base del éxito del restaurante.
De un pequeño bar a un referente nacional
Lo que comenzó como un humilde bar pronto se transformó en uno de los restaurantes más destacados de Almansa. Pascual y Josefa, con esfuerzo y visión, cimentaron las bases de lo que hoy es un referente no solo local, sino nacional. Gracias a su pasión por la hospitalidad y la buena cocina, el Mesón de Pincelín se posicionó como una parada obligatoria para quienes buscan disfrutar de los auténticos sabores de la Mancha.
Tradición que perdura
Actualmente, el restaurante está bajo la dirección de los hijos de los fundadores, Diego y Pedro Blanco, quienes han heredado no solo el negocio, sino también el compromiso por la excelencia. Doña Josefa, figura emblemática, sigue siendo un pilar inspirador y una referencia viva de los valores que han definido al Mesón desde su apertura.
El ambiente acogedor y amable que caracteriza al restaurante Mesón de Pincelín no es casualidad: hijos, nueras y empleados trabajan juntos para mantener ese espíritu familiar que siempre lo ha distinguido. Conscientes de la responsabilidad que conlleva el prestigio de un lugar tan icónico, todos los involucrados se esfuerzan por preservar su calidad y encanto que los hace únicos.
La Carta: Un legado culinario en cada plato
El Mesón de Pincelín no es solo un restaurante; es un testimonio de cómo el esfuerzo, la pasión y el amor por la cocina pueden convertir un sueño en una realidad que trasciende generaciones.
Su carta, amplia y de gran calidad en productos, honra la tradición manchega y está pensada para mostrar al comensal los sabores que Pascual y Josefa empezaron a dibujar hace más de 70 años. Una sinfonía de sabores donde los productos locales se alzan como protagonistas indiscutibles.
Degustar platos típicos de la zona es mucho más que satisfacer el paladar; es adentrarse en un paisaje cultural que habla de tierra, clima y tradición y que, como ya sabéis, a nosotros nos encanta.
Una carta impregnada de historias pasadas de generación en generación, con técnicas que respetan los tiempos y los saberes de antaño. Desde los guisos lentos que condensan el alma de la cocina de Josefa hasta los mariscos más frescos de la costa de Santa Pola.
Menú Degustación Mesón de Pincelín
En este caso, nosotros buscábamos una experiencia más estructurada, en la cual la carta nos ofrecía un Menú Degustación Tradicional (52€, bebida no incluida). De esta forma, nos asegurábamos un recorrido gastronómico que nos permitiese saborear lo mejor de la cocina tradicional manchega.
Como el «ansia viva» nos corroía por degustar tan deliciosos platos, llegamos una hora antes de nuestra reserva (jejeje, que le vamos a hacer, somos así) y obviamente aún no teníamos preparada nuestra mesa. Pero en lugar de verlo como un inconveniente, fue la excusa perfecta para explorar los bares cercanos y honrar ese tradicional y excelso ritual tan nuestro: un vermut bien servido, acompañado de una rodaja de naranja y una aceituna, así como un pequeño plato de frutos secos, patatas y unos trocitos de queso y lomo manchego para abrir el apetito y marcar el inicio de una experiencia culinaria inolvidable.
Entrantes
Ya en nuestra hora y sentados, comenzamos con los entrantes del menú degustación. Pero todo ello, lo regamos con un tinto D.O. Almansa El Maso, un vino 100% Garnacha Tintorera de viñas viejas de más de 60 años destaca por su color rojo granate profundo y un toque aromático a cereza, grosella negra, especias, cacao y notas minerales.
Comenzamos con un pan de trigo y AOVE que marca el inicio con una declaración de intenciones: lo esencial elevado a su máximo esplendor. El pan, de corteza crujiente y miga esponjosa, es el perfecto lienzo para el aceite de oliva virgen extra. La intensidad herbácea y frutada del AOVE recuerda los campos de olivos bajo el sol mediterráneo y sienta las bases para un festín cargado de identidad. Excepcional.
Continuamos con un plato de almendra frita y torreznos. La suavidad mantecosa de la almendra encuentra su opuesto perfecto en la crujiente explosión del torrezno. Salado, ahumado y profundamente adictivo, este bocado demuestra que lo más simple puede ser también lo más audaz. Tal es así, que no permitimos que el camarero se llevara los torreznos y éstos nos acompañaron durante toda la velada. Deliciosos no… lo siguiente.
El siguiente entrante nos transporta a la costa norte con una anchoa del Cantábrico sobre pimiento asado, queso fresco y piparra. Cada elemento aporta su carácter: la anchoa es pura intensidad salina, el pimiento asado introduce dulzura ahumada, el queso fresco calma el fuego y la piparra aporta un toque ácido y chispeante. Juntos, forman un ensamblaje que evoca la esencia de las tabernas marineras cántabras y vascas. Un bocado sencillo y a la vez sorprendente.
Seguimos con un soplo de frescura y uno de mis platos y producto preferido: la ensalada de perdiz escabechada. La carne de la perdiz, jugosa y aromática gracias al escabeche, se deshace con delicadeza mientras el aliño aporta equilibrio entre acidez y especias. Cada bocado es un recordatorio de la tradición de los escabeches y al arte de la caza menor manchega. Esto es el paraíso. Una delicia. Top, top, top (¿Quién es?)
Terminamos los entrantes con un delicioso lomito de bacalao desalado cocinado a baja temperatura con tomate confitado. Un bacalao jugoso cuya textura se realza con el dulzor concentrado del tomate confitado. Un plato que, sin alardes, roza la perfección en su simplicidad. Delicatessen total.
Principales
Ya están aquí los principales. He de decir que en el menú el gazpacho que se incluye es el manchego, pero también vimos que había uno de rape, así pues decidimos probar los dos. Es todo un espectáculo que te sirvan en la misma mesa el gazpacho sobre la torta de gazpachos o torta cenceña (pan redondo, plano, muy fino, crujiente y ligeramente tostado).
La torta cenceña se remonta a la cocina pastoril. Esta base de pan sin levadura, sencilla y resistente, servía para acompañar guisos entre ellos el tradicional gazpacho manchego. En este contexto, era una forma práctica de llevar sustento al campo, aprovechando ingredientes básicos pero versátiles.
Comenzamos con el gazpacho con rape, atún, gambas, almejas finas y ajitos tiernos presenta una versión marina que aporta frescura y elegancia, con un caldo que respira a mar. Es un contraste entre lo terrenal y lo marítimo que invita a repetir. Un viaje celestial al Olimpo de los Dioses.
Una vez terminado, seguimos con el gazpacho manchego que irrumpe con su contundencia y sabor. El conejo, el pollo de corral, el pichón, los níscalos y los caracoles serranos conforman un festival de sabores terrosos y cárnicos, en una salsa que combina tradición y calidez. Una maravilla. Una exquisitez. ¡Platazo!
Postres
Como preámbulo a los postres, es tradición ofrecer la torta sobrante en tres versiones diferentes: con miel, con chocolate o con anchoas. Nosotros nos decantamos por una de chocolate y otra de anchoas.
La torta cenceña con anchoa es una propuesta con carácter, que combina la rusticidad de las raíces manchegas con la intensidad marina de la anchoa. Este plato habla de una dualidad: por un lado, la simplicidad honesta de una base tradicional y humilde; por otro, la sofisticación de un ingrediente tan poderoso como la anchoa. Un bocado equilibrado pero lleno de fuerza. Espectacular.
La torta cenceña con chocolate apela a la nostalgia de la niñez y la simplicidad de la unión de pan con chocolate. El juego de texturas que aporta es muy atractivo con la crocancia de la tosta y la sedosidad del chocolate. El sabor ligeramente tostado de la torta realza las notas del chocolate hasta límites insospechados. Delicia golosa.
Ya por último, y como nota final perfecta, pasamos al postre con un exquisito y delicioso soufflé de melocotón con crema de vainilla. Su textura etérea se combina con el dulzor natural del melocotón y la riqueza aromática de la vainilla. Un postre fresco que sabe a verano, a tradición y a felicidad.
El soufflé lo acompañamos con un emblemático Tokaj Château Dereszla Aszú 5 Puttonyos. Un vino dulce húngaro elaborado con uvas afectadas por la «podredumbre noble». Este Aszú de 5 puttonyos (nivel intermedio de dulzura) combina variedades autóctonas como Furmint y Hárslevelű, ofreciendo aromas complejos de miel, albaricoque seco, frutas cítricas y notas de frutos secos. En boca es equilibrado, con dulzura sedosa, vibrante acidez y un final largo y persistente. Un manjar de Dioses.
Mesón de Pincelín no solo preserva la tradición manchega, sino que la eleva a un nivel de excelencia, difícil de encontrar. Con una atmósfera acogedora, un servicio impecable y una cocina que presenta lo mejor de la región, es el lugar perfecto para redescubrir sabores auténticos y tradicionales. Merece mucho la pena visitarlo, no te defraudará. A nosotros nos ha dejado con ganas de más. Seguro que encontraremos la ocasión para volver.