La chimenea encendida; el olor a dulces de Navidad impregnando el hogar; un reno alumbra tímidamente la entrada a casa con la llama de la vela que prende dentro de un vetusto farol, el buzón que llevará las cartas llenas de deseos a la gélida Laponia, el hogar de Papá Noel, donde este año vamos a viajar sin movernos de la mesa en nuestra Cena de Navidad.
Llegan los invitados, puntuales. Llevan esperando cada año esta tradicional cena familiar y parece que tienen ganas de descubrir las sorpresas de la velada.
El motor que mueve y nos da energía cada año para llevarla a cabo sois vosotros: Ginés y Conchita, mis suegros. Una vez más quiero expresaros mi agradecimiento por TODA vuestra incondicional ayuda. Os queremos.
De vosotros aprendemos el valor de invertir en experiencias…El pasado año nos regalasteis por estas fechas un viaje a Praga y este año hemos querido simbolizar en nuestra mesa LA ILUSIÓN DE REGALAR, viajando a Laponia.
No se si estaremos a la altura…¡Comenzamos!
Antes de nada hacemos nuestro particular encendido de luces y del árbol, en el que cada uno de nosotros colocamos unas pequeñas tarjetas con deseos. Detalle que aporta nuestra tita Salud. El del año pasado se me ha cumplido. ¡Gracias Salud!
Al calor de las llamas de la chimenea que junto a la ventana aguarda la llegada anual de Santa Claus y de sus Magestades los Reyes, preparamos un pequeño cóctel. Siguiendo la temática de la noche, no hay mejor lugar para comenzar a degustar sabores.
En este caso, saboreamos pausadamente un cava Cortesía de los invitados. En cada copa espera ansiosa de ser hidratada por las burbujas de la bebida, una carnosa flor de hibisco en almíbar, un clásico en nuestra mesa. El cava brut nature, adopta un elegante color afrutado y un sabor exquisito que recomendamos saborear muy lentamente. Como bocado final, degustamos la flor que contrarresta su dulzor con el punto ácido del cava. ¡Una delicia!
Sin prisa, cambiamos de entorno y nos vamos a nuestra particular Laponia. Y es que no hay elemento que falte para poder hacer con total rotundidad dicha afirmación…nieve, renos, abetos, troncos de madera talados y por supuesto Papá Noel esquiando y paseando en trineo, el cual ya ha dejado a cada comensal el primer regalo de la noche: una cajita llena de bombones.
Se percibe la ilusión de todos, parece que la temática de la noche transmite emociones y se hace sentir más allá de quedar en una cuidada pero simple decoración. ¡Esa era nuestra intención!
El menú de este año es mas escueto y sencillo pues hemos priorizado pasar más tiempo en la mesa compartiendo el momento con los protagonistas, ellos.
Comenzamos abriendo boca con sabores salados para las primeras cervezas de la noche. Cucuruchos de salchicha ibérica de bellota, almendras fritas, nachos mexicanos y salsa picante para acompañar.
Y no puede faltar en una buena mesa murcianica, unas marineras con anchoas 00 en aceite de oliva virgen extra del Cantábrico. Hemos optado por rosquillas de tamaño mini y hemos introducido además un nuevo bocado, la sardinera, consistente en la base de ensaladilla rusa pero con sardina ahumada y caramelizada. Riquísimo!!!!!!!!!
A continuación y para maridar con un vino tinto de la tierra degustamos un queso parmesano seco de 36 meses de añejamiento y un jamón ibérico cortado a cuchillo.
El punto fresco lo aporta el gazpacho de cereza hecho en casa aderezado con aceite de albahaca, acompañado con melón y la ensalada de variedad de lechugas, piña, pasas, langostino, coco, tomate cherry, palitos de cangrejo y jamón, aliñada con salsa rosa.
Un plato que repetimos porque gusta mucho es langostino con salsa de wisky. Aunque este año el punto de licor se nos ha ido de las manos, jajaja.
Y llega el bocado estrella de la noche. Los huevos a baja temperatura sobre salsa de trufa, setas, aceite de trufa blanca y sal en escama. No hay mayor delicia que mezclar todos los sabores y mojar pan en una explosión de sabores potentes pero muy equilibrados. Un plato que gustó muchísimo.
Acabamos nuestro recorrido gastronómico con una tapa de caldero del Mar Menor y alioli que servimos sin su tradicional pescado.
Llegan los dulces caseros y el vino viejo. Pero lo mejor del postre siempre es la sobremesa. La cocina desordenada pero los sentimientos en orden.
El sonido de papel arrugado, el brillo en los ojos, las sonrisas sinceras…LA ILUSIÓN DE REGALAR.
¡Feliz Navidad!