Acaba 2017, pasamos cada hoja del calendario sin apenas darnos cuenta de la velocidad con la que sucede y llegamos a diciembre, último mes del año. Un mes cargado de festividades, celebraciones, deseos de paz, felicidad y buenos propósitos.
Propósitos que a veces hacemos realidad y otras se esfuman con la misma rapidez con la que los hemos pensado. Uno de los propósitos que intentamos cumplir cada año, es el de agradececimiento, en este caso a mi suegros.
A mi suegra, por el esfuerzo y dedicación diario de enfrentarse a la tediosa rutina de cocinar cada día del año para toda la familia. A mi suegro, porque cada lunes se vacia los bolsillos para cargar con bolsas colmadas de productos frescos del mercado, y llenar nuestra nevera.
A los dos, por enseñarnos y compartir el disfrute con la buena mesa, rebosante de los mejores productos en casa y también por buscar siempre la excusa perfecta en busca de los mejores restaurantes, testigos de momentos especiales bajo las faldas del mantel.
¡Gracias!
Este año, con motivo de nuestro viaje a Rivera Maya, hemos puesto sobre nuestra mesa el sabor de México, con una mezcla de aromas, colores y sabores intensos, sin olvidar nuestras raíces y productos de la tierra.
Bienvenida
Para recibir a los invitados comenzamos con esta colorida y divertida presentación. En el centro de la escena, una palapa típica de los poblados mayas, que yo misma hice con hojas y palillos decorada al mas auténtico estilo caribeño.
En los cuencos de madera que la rodean, servimos agua de Jamaica, una infusión hecha de cálices (sépalos) de la rosa de Jamaica (Hibiscus sabdariffa). Tiene un intenso aroma, un atractivo color rojo y un sabor agrio, parecido al del arándano, añadiéndose a menudo azúcar para endulzarlo.
Intentamos con esta puesta en escena, recordar la calurosa bienvenida que nos hicieron en el humilde poblado maya de Ek Balam. Una experiencia única e inigualable.
Para picar, un aperitivo de nachos mexicanos y salsas típicas de la zona. Picante suave que estimula el paladar.
Entrantes
Y ya en la mesa, hacemos pausa para que los invitados busquen su cubierto, personalizado con su nombre, tomen asiento y descubran el mensaje secreto que esconde el papiro. Un poco de misterio para darle emoción a la noche.
Continuamos con el “Cóctel Riviera Maya”. Refrescante mezcla de licor de melón, zumo de naranja y daiquiri de fresa. En esta ocasión el daquiri nos ha salido demasiado granizado. El punto justo es difícil, ya que si queda muy líquido su densidad hace que se mezcle con las otras capas, perdiendo estética en la presentación.
El primer entrante en mesa, además de los “nachos mexicanos” que acompañan nuestro cóctel, son unas “bolitas de papa”, echas con patata y queso fresco. Un sabor sencillo, humilde, de rápida elaboración, sin pretensiones de gran cocina, que se potencia al entremezclar el bocado con salsa de guacamole y tomate. Fácil elaboración, sacada de un recetario mexicano que nos regaló nuestro taxista en Riviera Maya. ¡Gracias Raúl!
Contra la sed, y el picante, una cerveza con tequila.
Cambiamos de tercio, pero sin abandonar el continente americano. Utilizamos para la presentación de unas tapas de pulpo, una cama de patatas violetas. Al parecer se desconoce la historia y origen de estas patatas, no obstante, su procedencia se sitúa en América del Sur. Su sabor, no difiere al de la patata tradicional, aunque sí su textura y propiedades.
Para acompañar, unas perlas de yuzu, que aportan un toque ácido y fresco y alguna flores comestibles.
Potenciamos el sabor, con Libalis, un vino blanco que se caracteriza por la elegante explosión de frutas en nariz (melocotón, moscatel, piña, maracuyá). En boca continúa siendo muy frutal y equilibrado, dejando una larga estela de recuerdos tropicales.
¡No podíamos haber elegido otro vino para la ocasión!
Pero el plato estrella de la noche fue esta lata de conserva.
Unos langostinos con salsa al whisky escondía su interior. Un sabor suave, fino y elegante que hizo las delicias de todos. No pensábamos que iba a gustar tanto, pero sin vacilar a todos les encantó. Con pan recién horneado no quedó gota ni resto alguno de la salsa.
El siguiente aperitivo son unas tostas de pan con paté de aceituna negra, tomate seco en aceite de oliva virgen extra y parmesano. Contraste de sabor potente que es maridado con un crianza de bodegas Barahonda, conocido por nosotros en la degustación y visita a su restaurante.
Y no podía faltar el jamón Serrano, el lomo de bellota y la tabla de quesos.
De izquierda a derecha: queso con chile, queso parmesano y queso curado “boffard”.
Otro plato que gusta mucho es nuestro particular baile de gazpachitos.
Gazpacho de mango con hueva de mujol. Y gazpacho de cereza con gamba roja, ralladura de pistacho, anchoa, queso parmesano y emulsión de aceite de albahaca. Agradecer desde estas líneas el inestimable y maravilloso favor recibido por parte de José Antonio Trujillo Fernández, Director Comercial de Collados Gourmet, sin tu buen hacer no hubiera sido posible. Millones de gracias.
Principal
Vamos llegando al final de la cena con nuestro particular huerto de navidad murcianico.
Tierra de aceituna negra deshidratada cubre la base sobre la que realizaremos la plantación de mini zanahorias (moradas, naranjas y amarillas), brotes variados, cebollinos y mini alcachofas.
También nuestra tomatera de cherry junto a una plantación de lechugas y espárragos. ¡Divertido a la vez que riquísimo!
Postre
Continuando con la misma temática, el postre no podía ser otro que estas mini macetas de helado de mango, tierra de galleta y fresa. El aroma de la menta pone el broche final. Un postre delicioso, rápido de preparar y muy refrescante.
Empezábamos nuestra cena con sabores de México y no podemos cerrar la velada de otro modo. En este caso, preparamos un mini chupito de “tequila sunrise” a base de granadina, naranja y tequila. Un toque agradable a la vez que potente para poner el punto y seguido a un año más.
El que da, no debe volver a acordarse; pero el que recibe nunca debe olvidar.Anónimo