En esta ruta vamos a descubrir todos los misterios de Chichén Itzá, uno de los principales sitios arqueológicos de la península de Yukatán, después nos refrescaremos en un increíble cenote, visitaremos la ciudad de Valladolid, Temozón y acabaremos el día compartiendo mágicos momentos en un actual poblado maya.
Todo viajero que visita Riviera Maya, hace parada en el municipio de Tinum, para visitar una de las ciudades mayas más conocidas de esta civilización: Chichén Itzá. Ésta, fue un centro ceremonial, que pasó por diversas épocas constructivas e influencias de los distintos pueblos, dejando un legado constructivo perfecto, único en el mundo y unos conocimientos astronómicos que rozaban la perfección.
No es de esxtrañar que Chichén Itzá, haya sido reconocido, como una de las siete maravillas del mundo moderno.
Siendo un punto clave para la visita de turistas de todo el mundo, tampoco resulta insólito que se abarrote de ciudadanos de todas las lenguas y nacionalidades. Por ello, si quieres hacer una visita más exclusiva, pasear casi en solitario por sus calles y dedicar los minutos que necesites, sin prisas, a contemplar tanta belleza arquitectónica, es recomendable que lo visites nada más abrir sus puertas, momento en el que aún no han llegado en masa los grandes autobuses turísticos.
Y ahí estábamos, a las 8:00 h, esperando que abriera sus puertas, deseosos de conocer tan misterioso lugar. En esta visita es recomendable contratar un guía, que te ayudará a descubrir todos los secretos de esta gran ciudad maya.
El templo de Kukulcán es impactante. Me sorprendió la perfecta cabeza de serpiente esculpida en piedra, cuyo cuerpo se puede observar por el efecto de luz y sombra que desciende por la escalinata principal del edificio, construido para su adoración del dios que representa (Deidad de la serpiente alada), durante el equinocio de primavera y otoño.
Pero lo que más me estremeció, fue el momento en el que el guía se coloca frente a la fachada principal y da unas palmadas. Inmediatamente después de ese chasquido puedes escuchar el sonido de un pájaro, como si el eco de la palmada se transformara en el sonido del ave. Este increíble fenómeno lo volvió a repetir en varios puntos de la fachada, para que observáramos que solo es posible escucharlo cuando nos colocamos entre las dos serpientes del Dios alado.
El sonido es idéntico al canto del Quetzal, un pájaro que vive en la selva y era sagrado para los mayas.
¿No os parece increíble?
El campo de pelota también esconde misterios en su construcción que me dejaron boquiabierta. A simple vista sus muros son verticales, pero si los observas desde fuera del campo, puedes ver una pequeña inclinación hacia el interior. Éste hecho ocurría, para que durante la competición, la voz del Rey se escuchara por todo el campo, sin necesidad de levantar la voz, haciendo de amplificador.
Seguimos caminando entre la selva, descubriendo en el paseo las antiguas casas de la clase alta de la época, hasta llegar al observatorio «El caracol», donde midieron la aparición y la puesta de los astros en las diferentes estaciones del año.
Fijaron el ciclo anual del sol de 365 días y el ciclo lunar con un mínimo margen de error. También registraron los eclipses solares que ocurrían en un periodo de 33 años, y los ciclos de Marte, Júpiter y Saturno así como el movimiento de algunas constelaciones (Pléyades y Géminis). Con estos conocimientos crearon el calendario maya, formado por signos y numerales.
En este punto el guía finaliza su servicio. Al volver sobre nuestros pasos, para ir en busca del cenote sagrado, donde hacían ofrendas a los dioses, nos encontramos multitud de artesanos vendiendo sus productos y muchos mas visitantes en el recinto que a nuestra llegada. Ha merecido la pena madrugar para disfrutar de una mayor tranquilidad en la visita.
Nos dirigimos al cenote Ik Kill, ubicado a 3km de Chichén Itzá. Este espectacular cenote, en forma circular de 39 m de profundidad y 27 metros de altura, está envuelto por una salvaje vegetación que desciente hasta tocar sus aguas, sagradas para los mayas.
Puedes alquilar un chaleco salvavidas si no te atreves a nadar sin él, y también puedes utilizar unas taquillas para guardar las pertenencias.
Nada más llegar comienza el espectáculo, quedarás absorto al contemplarlo desde la superficie, disfrutrás bajando por sus escaleras de piedra para hacer parada a mitad de recorrido en un pequeño «balcón mirador» formado en la misma roca, para finalmente llegar hasta sus aguas y sin pensarlo zambullirte en su refrescante agua.
Es indescriptible la sensación de nadar en este cenote, te sientes como un pequeño pez nadando agitado de un lado al otro, vibrante por la emoción de tener ante tus ojos tanta belleza natural. De sus paredes de roca caen cascadas de agua, bajo las que te puedes sumergir. Cierra los ojos y disfruta de nuevas percepciones.
La siguiente parada es la ciudad de Valladolid, fundada en 1543, por Francisco Montejo «El Joven». Su nombre es en honor a la ciudad española del mismo nombre.
Ciudad de mezcla de culturas, indígena y colonial, con un gran atractivo cultural debido a su historia y a otros factores que en la actualidad son de reclamo para el turismo como sus cenotes, gastronomía, majestuosos edificios históricos, coloridas fachadas de pintorescas casonas, y gran riqueza artesanal.
El Centro de la ciudad es muy pequeñito y acogedor, paseando entre sus calles encontrarás mercados, joyerías donde venden objetos de plata a buen precio y un parque central muy bonito, con multitud de puestos de artesanías.
Aquí compramos, algunos objetos para traer de recuerdo, como una máscara de un guerrero maya tallada a mano en madera y decorada con llamativos colores. En tus compras, el regateo es fundamental, ya que el precio inicial siempre es muy elevado, pudiendo conseguirlo aproximadamente por la mitad de lo que piden en un principio. Puede resultar un poco agobiante, ya que no estamos acostumbrados a esta forma de comprar.
Y la última parada fue para tomar un pequeño aperitivo en un tradicional bar del centro de la ciudad. Unos tacos de cochinita, para matar el hambre antes de nuestra llegada a Temozón, lugar donde comeremos.
En nuestro camino a Temozón, localidad situada al norte de Valladolid, disfrutamos de la sencillez de sus calles, que celebraban las fiestas locales. Papelillos de colores adornaban y resaltaban el espíritu festivo de sus habitantes.
Las principales actividades económicas del municipio de Temozón, están vinculadas con la agricultura y la ganadería. Se cultiva maíz, frijol, sandía, tomate y una variedad de chiles. Se cría ganado bovino y porcino, así como aves de corral.
Los enclaves turísticos a destacar son arquitectónicos, como el Templo de San Román, el Templo de San Antonio de Padua y el Palacio municipal. Y arqueológicos, como la importante zona arqueológica de Ek Balam.
Aquí, hicimos parada para recuperar energía y degustar una deliciosa comida, con productos locales. Carne a la brasa acompañadas de delisiosas salsas mexicanas.
El próximo lugar a visitar, era la zona arqueológica de Ek Balam, pero llegamos justo a las 16.00 horas y no pudimos entrar. Tengo que reconocer que me llevé gran desilusión, porque pensábamos que íbamos bien de tiempo, como así nos hacía saber nuestro taxista. Con resignación, nos subimos al taxi para visitar un poblado maya cercano. ¡Pero el taxi no arrancó!. Así que imaginarnos en medio de la selva, intentando arrancar un coche, a más de dos horas de distancia del hotel.
Resaltar la profesionalidad de la empresa, que esa misma noche, nos llamó preocupados, ofreciéndonos visitar en el siguiente día de ruta, éste lugar. Así lo hicimos, y compensó con creces lo ocurrido, ya que visitar Ek Balam nada más abrir sus puertas, fue la mejor experiencia que pudimos vivir. Completamente solos, ante la imponente arquitectura maya.
Un compañero que hacía la misma ruta (son varios vehículos de la misma empresa) nos recogió en cuanto le avisaron, así que mi preocupación se disipó con la rápida respuesta.
Y muy amablemente nos llevó al poblado maya, último lugar previsto en la ruta del día.
Sin duda, para mí, el lugar que más ilusión me hacía visitar, ganando puestos a los grandes enclaves arqueológicos, a las paradisiacas playas o cenotes.
En el poblado nos recibió Leticia. Entramos a su palapa, y con una hospitalidad descomunal, nos ofreció unos tacos recién cocinados, acompañados con agua de Jamaica, servida en unos cuencos de madera. Estaba muy ilusionada porque era la primera visita que había recibido, y como si de una niña embriagada por la emoción se tratara, sus ojos brillaban y su sonrisa no cesaba. Estuvimos un ratito hablando con mucha complicidad. Cuando le contamos que nuestro taxi se había estropeado, no dudó en ofrecernos pasar la noche en su palapa, dormir en sus hamacas y comer cuanto tuviera.
Leticia era pura emoción cuando mostraba con orgullo la palapa que le había construido su papá. Sólo le faltaban las puertas y estaba tan feliz en su choza, que sin ella saberlo, me transmitió uno de los momentos más emotivos y especiales que he vivido en México. Tanto, que nada más abrir las puertas de casa al volver a España, en mi primer pensamiento estaba ella, su felicidad, su sencillez y su humilde modo de vida. Unas lágrimas de emoción recorrieron mi rostro, no de tristeza, todo lo contrario, de plenitud. Sentimientos difíciles de explicar, que quizás sólo se pueden comprender cuando viajas. Sentimientos de conexión con el país que has dejado atrás en el espacio, pero no en el tiempo, no en el recuerdo.
Había reservado en la maleta espacio para traer varios kilos de golosinas y material escolar, para regalar a los niños del poblado. Es un momento mágico, porque con un pequeño gesto, sientes que repartes felicidad e ilusión.
Especialmente me sorprendió la humildad de estos niños, que en ningún momento mostraban preferencias por los regalos. Me refiero a querer elegir colores, o pedir más de lo que les das. Simplemente son felices con lo que reciben, sin pretender o querer más.
Que diferencia con mis alumnos…lo tienen todo y si hubiera hecho el mismo reparto con ellos, hubieran mostrado constantemente quejas por querer mas.
Una lección de sencillez.
Al lado de la palapa, tienen una pequeña tienda donde venden hamacas artesanales. No pudimos visitarlas, porque el coche que nos llevaba de vuelta al hotel nos estaba esperando, junto a otro pequeño grupo que no queríamos hacer esperar.
¡Pero volvemos al día siguiente! Os enseñaremos nuestras compras en el relato del próximo día.
Algo de este lugar me ha enganchado, y no quiero evitar que me atrape.
México, existe un lugar en el que nadie me puede apartar de tí. Un lugar en el que tú me perteneces. Se llama pensamiento.