Ubicado en la encantadora villa medieval de Santillana del Mar, el Hotel Cuevas redefine el concepto de hotel boutique: íntimo, sofisticado y hecho para desconectar del mundo.

Tras una brevísima pero deliciosa parada en Abadía Retuerta LeDomaine, donde todavía nos rondaba en la memoria el perfume del vino y ese silencio vallisoletano tan monástico, pusimos rumbo al norte en busca de lo que el cuerpo pedía: verde, mar y descanso, pero sobre todo «fresquito».

Llegada: primeras impresiones
Santillana del Mar tiene ese encanto medieval que parece sacado de un decorado permanente. Entre soportales, piedra, silencio y buganvillas, llegamos al Hotel Cuevas, donde la filosofía “Adults Only” ya marca territorio: calma, diseño y cero sobresaltos infantiles. Desde el primer segundo, el ambiente es cercano, detallista y cálido, como si el hotel te dijera “relájate, que aquí el móvil se queda fuera”.

El personal
El personal —amable, cercano, de esos que sonríen con sinceridad— nos dio la bienvenida con ese tono que no es servicial ni distante: es más bien familiar. Y eso lo notamos durante toda la estancia. Todos MARAVILLOSOS.

El parking: amor a primera vista
Sí, voy a decirlo: el parking es precioso. No sé a quién se le ocurrió que un garaje podía tener encanto, pero aquí lo tiene. Exclusivo para clientes, 24 horas, cómodo, bien señalizado y perfectamente integrado con el estilo eco-chic del hotel.

El precio: 15 € al día, y debo decir que los pagamos sin pestañear. Aparcar en Santilla del Mar no es fácil, lo poco que hay siempre está ocupado o es zona azul donde te «crujen» por hora. Por lo que vale totalmente la pena y lo merece.


Habitación “Cubo”
La llave abrió un universo. La habitación “Cubo” era exactamente el tipo de guarida que uno espera al escaparse: jacuzzi privado, una cama que te abraza nada más dejar tu cuerpo en ella y, sobre todo, un ventanal descomunal con vistas a la campiña cántabra.

Podías quedarte hipnotizado mirando el verde durante horas, como si Netflix lo hubiera producido en exclusiva. El tiempo, ahí dentro, dejó de tener utilidad.

Piscina y zona chill-out
Instalados y felices, hicimos lo natural: ir a tomar un vermut a la zona de la terraza eco-chic junto a la furgo-bar, un picoteo con carácter: Una 1906 bien fría abre el apetito mientras el vermut pone el punto aromático y canalla. Sobre la mesa, frutos secos que se cogen sin pensar, un par de gildas que despiertan el alma con su vinagre y su guindilla, una tabla de quesos para ir cambiando de matiz a cada bocado y, como colofón perfecto, una docena de anchoas del Cantábrico que son pura mantequilla salina. Una auténtica delicia.



La zona dispone de piscina, jacuzzi y un pequeño espacio para el relax en lo alto de un árbol, perfecta para ver pasar los minutos como segundos.


Y como detallazo: todas las tardes, sobre las 17h-18h, nos ofrecían una copa de helado a todos los huéspedes que estuviéramos por la zona. Ese gesto, pequeño pero delicioso, resume el espíritu del hotel: detalle, mimo y sonrisa.


Zona Interiores
Comedor
El desayuno es de esos que invitan a empezar el día sin prisas. Un buffet cuidado donde conviven fruta fresca de temporada, panes artesanos, zumo natural recién exprimido, yogures, embutidos y quesos, cereales y una repostería que huele a obrador de verdad.

No falta la tortilla, ni los platos calientes preparados al momento, ni ese detalle que marca la diferencia: elaboraciones caseras con producto kilómetro 0, que aportan autenticidad y sabor local a la primera comida del día.

Para el almuerzo o la cena, el hotel apuesta por la simplicidad bien entendida. Su pequeña carta reúne lo esencial: platos directos, sin barroquismos ni complicaciones, pensados para “tomar un bocado” y seguir la jornada sin pesadez.

Una propuesta honesta, funcional y perfecta para quienes buscan algo rico y rápido, sin necesidad de grandes pretensiones gastronómicas.

Cafetería
La cafetería es ese rincón al que uno acude a desconectar. Un espacio cálido y agradable, con una carta que combina cervezas y vinos cántabros con una cuidada selección de combinados premium y cócteles.

La chimenea de diseño abierto se convierte en protagonista durante el otoño e invierno, creando un ambiente acogedor que enamora a los huéspedes… y aún estando en verano da ganas de verla encendida.

Biblioteca
No esperábamos encontrar una, pero ahí estaba: justo a continuación de la cafetería y de la chimenea, un pequeño rinconcito con unos 700 libros, cedidos en su mayoría por el escritor y cineasta Américo Gutiérrez. Un lugar perfecto para tardes de calma, lluvia suave o sobremesas largas.

Ángel Cuevas: El artífice
Ángel Cuevas es un empresario hotelero nacido en Santillana del Mar, Cantabria, en 1961. Lleva más de cuarenta años dedicado al negocio de la hostelería y actualmente dirige personalmente el Hotel Casa del Marqués, también en la villa de Santillana del Mar. A lo largo de su carrera, ha desempeñado todo tipo de labores dentro del hotel, desde la limpieza y la cocina hasta la atención al cliente y la gestión de reservas, y confiesa que sigue disfrutando y poniendo mucha ilusión en su trabajo cada día.

Cuevas es conocido por su trato cercano y dinámico, y destaca la importancia de la atención, el orden y la limpieza en la experiencia de sus huéspedes. De lo que, por supuesto, damos fé de ello a «pies juntillas».


Conclusión
El Hotel Cuevas es una opción excelente para una escapada en pareja o un viaje de calma por Cantabria. Brilla en lo que tiene que brillar: estética, descanso, atención y sensaciones.

No necesita grandes suntuosidades para funcionar, y quizá ahí esté su virtud: es un lugar donde uno se siente bien, cercano. Te llaman por tu nombre, te preguntan con interés, te hacen sentir en casa. Y ahí señores… es donde está el verdadero lujo.












