Londres Express

Neizell
Por
Londres
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Decoración parada Metro

Si Londres fuera una serie de Netflix, sería esa que te engancha en el primer capítulo y no te suelta hasta que ya estás mirando vuelos para volver. Historia en cada esquina, acentos británicos que hacen que todo suene más culto, y ese cielo gris que, oye, le da su rollito. Así que ponte tus zapatillas cómodas, prepara la Oyster card y vente con nosotros en esta ruta exprés pero intensa por la capital británica.

Decoración parada Metro

Parada obligatoria: el metro, las cabinas y… ¿la Cienciología?

Entre monumento y monumento, Londres nos sorprendió con algunas joyitas del camino que no sabíamos que necesitábamos ver, pero ahora no podríamos olvidar.

El Metro de Londres: caótico, icónico y con olor a historia (y a humedad)

El Tube no es solo un medio de transporte: es una institución. Inaugurado en 1863, es el metro más antiguo del mundo, lo que se nota… y se siente cuando bajas al andén más profundo y te invade una mezcla de corriente de aire, violines callejeros y gente con prisa. Pero ojo, también tiene su encanto: los mapas tipo circuito eléctrico, la voz robótica diciendo “Mind the gap” (que ya deberías tener de tono de móvil), y ese mix de culturas que solo Londres te ofrece a 40 km/h bajo tierra.

Parada Metro Tottenham Court Road
Andén Metro

Con 11 líneas de colores que parecen salidas de una caja de lápices, el metro de Londres te lleva a todas partes y, de paso, te da una clase de sociología exprés. Cada vagón es un estudio de comportamiento humano: desde el que lee el «Times» con cara de concentración británica, hasta el que entra con un bocata de curry sin miedo al juicio social.

Plano del Metro de Londres | Foto: ©metrolondres.es
Subiendo escaleras mecánicas Metro

Cabinas telefónicas: las influencers victorianas

Las cabinas rojas son a Londres lo que la Torre Eiffel a París: no sirven para mucho, pero si no te haces una foto con ellas, ¿realmente estuviste allí? Diseñadas por Sir Giles Gilbert Scott en 1924, son puro British drama: elegantes, rojas pasión, y decoradas con la corona real en lo alto. Hoy en día funcionan más como decorado de Instagram que como medio de comunicación… aunque alguna sigue teniendo línea por si te entra la nostalgia vintage.

Foto típica junto cabina telefónica

Algunas han sido recicladas como mini bibliotecas, otras como microcafeterías o puntos Wi-Fi, pero todas siguen ahí, recordándonos que antes de los reels existían las llamadas con ficha. Iconos que resisten, cual soldado raso, en un mundo cada vez más digital.

No podía faltar

La Iglesia de la Cienciología: sí, está ahí, y no, Tom Cruise no salió a saludarnos

En medio de nuestro paseo, como quien no quiere la cosa, nos topamos con la primera iglesia de la Cienciología en Londres. Un edificio perfectamente normal… salvo porque tiene pancartas gigantes sobre «descubrir tu verdadero yo» y una estética que dice «esto podría ser una nave espacial o una consulta de coach motivacional». Si tienes curiosidad, puedes entrar a hacer un test de personalidad gratuito. Nosotros preferimos seguir hacia los palacios antes de acabar enganchados a un curso de meditación intergaláctica.

Detalle placa Iglesia Cienciología

Ubicada cerca de Tottenham Court Road, esta iglesia no es solo una rareza arquitectónica entre tiendas y pubs. Es también una parada obligada para los que disfrutan de lo peculiar. No todos los días te cruzas con una religión moderna en plena zona turística, con una estética que mezcla Apple Store con ciencia ficción de los 80.

Detalle fachada de entrada Iglesia de la Cienciología

British Museum: momias, mármoles y mucha historia robada (con cariño)

Empezamos fuerte. El British Museum es EL lugar donde puedes ver más historia egipcia que en Egipto (sin exagerar… bueno, un poco). Aquí están las famosísimas momias, la piedra Rosetta y los mármoles del Partenón, entre otros millones de artefactos que los británicos fueron coleccionando durante su etapa de “turismo imperialista”. La entrada es gratis —gracias, Reino Unido— así que aprovecha para perderte un rato entre esfinges, samuráis y sables vikingos.

Fachada principal British Museum

Y es que este museo no solo impresiona por su contenido, sino por su continente: un edificio neoclásico imponente con una cúpula de cristal que corona el Gran Atrio. Recorrer sus pasillos es como hacer un viaje exprés por las civilizaciones más importantes de la historia, desde el antiguo Egipto y Grecia hasta Asia y América precolombina. Cada sala es un universo en sí misma, con tesoros como el busto de Ramsés II, los frisos del Partenón o el ajedrez de Lewis. Un lugar donde puedes pasar horas —o días— y seguir encontrando maravillas a cada paso.

Posando con la Piedra Rosetta

Dato Curioso: El British Museum fue el primer museo público nacional del mundo, ¡y abrió en 1759! Pero lo mejor es que, desde el primer día, su entrada fue totalmente gratuita… y sigue siéndolo. La idea era que el conocimiento debía estar al alcance de todos, no solo de ricos o académicos. Vamos, que en pleno siglo XVIII ya eran más progres que muchos ahora.

Estatua sedente de Amenhotep III

Piccadilly Circus: luces, caos y postureo

Salimos del museo y ponemos rumbo a Piccadilly Circus, ese Times Square británico donde las pantallas de neón brillan más que tus ganas de madrugar un lunes. Aquí todo es postureo: influencers haciendo TikToks, autobuses rojos pasando cada 3 segundos y turistas intentando cruzar sin morir atropellados. Obligatoria la fotito con las cabinas telefónicas —sí, siguen ahí, aunque ahora solo sirven para que te hagas el selfie de rigor.

Pantalla de Piccadilly Circus
Fuente de Eros en Piccadilly Circus

Pero Piccadilly no es solo fachada. Si te das una vuelta por sus alrededores descubrirás teatros emblemáticos como el Criterion o el Piccadilly Theatre, tiendas míticas como Lillywhites para amantes del deporte o Waterstones, una de las librerías más grandes del país. Y si te entra hambre, los alrededores están llenos de restaurantes, pubs y cadenas internacionales. Vamos, que si no encuentras qué hacer aquí, es porque te has quedado mirando la pantalla de los anuncios demasiado tiempo.

La fotito de rigor

Waterloo Place: estatuas, elegancia y vibes de imperio

Desde el caos brillante de Piccadilly Circus seguimos caminando por Regent Street St. James’s hasta llegar a Waterloo Place, ese rincón donde Londres baja el volumen y sube la pompa imperial. Aquí no hay pantallas de neón, pero sí estatuas que parecen sacadas de una lección de historia con presupuesto ilimitado.

Parte trasera del Guards Crimean War Memorial

Empezamos con el Guards Crimean War Memorial, homenaje a los caídos en la Guerra de Crimea, con figuras que imponen más que un examen sorpresa. Muy cerca está Sir Keith Park, comandante de la RAF durante la Batalla de Inglaterra, que sigue firme con su abrigo largo como si aún esperara una escuadrilla alemana por el cielo londinense.

Sir Keith Park

En este «paseo de la fama» también te cruzas con Benjamin Franklin, el sabio de gafas redondas que inventó medio siglo XVIII mientras escribía cartas con pluma y descubría la electricidad con una cometa. ¿Qué hace en Londres? Bueno, vivió aquí unos años antes de firmar la independencia de EE. UU., así que se ha ganado su rinconcito británico.

Junto a Benjamin Franklin

Seguimos y nos encontramos con Eduardo VII, el rey que le metió flow a la monarquía tras el reinado eterno de la reina Victoria, retratado con pose relajada pero digna. Y al fondo, elevándose como si quisiera alcanzar el té de las cinco en las nubes, está la Duke of York Column, con el hijo de Jorge III (sí, el de “Los Bridgerton” y también el que perdió América) allá arriba, supervisando Londres con cara de “yo inventé el liderazgo con estilo”.

Estatua de Eduardo VII

Este tramo es como un museo al aire libre: arquitectura neoclásica, cero prisas y un silencio que se agradece. Una parada breve, sí, pero con mucha clase.

La Duke of York Column al fondo

Hora de comer: Veeraswamy, el indio más top

Después de tanta historia, toca recargar energía. Y qué mejor que hacerlo en Veeraswamy, el restaurante indio más antiguo de Londres (fundado en 1926 y con estrella Michelin, ojo). Aquí el curry no es de microondas, amigo: es arte. Pedimos, entro otros platos, un «Chicken Makhani Masala» que nos hizo ver a Ganesha bailando. Las especias, el pan naan calentito, los aromas… Una experiencia religiosa que ni la iglesia de la Cienciología que vimos antes por el camino.

Detalle Salón interior Veeraswamy

Veeraswamy no solo ofrece comida deliciosa, sino también un ambiente de lujo discreto, con lámparas de cristal, manteles de lino y servicio que te trata como si hubieras venido a firmar un tratado de paz. Su carta mezcla recetas tradicionales del Raj británico con reinterpretaciones modernas, y es ideal tanto si eres fan del picante como si solo vienes a impresionarte con los platos tan bonitos como sabrosos. Un clásico londinense que no decepciona. Te contamos más en este post dedicado al Restaurante Veeraswamy.

Con la carta
Degustando Veeraswamy

Buckingham Palace: reina no vimos, pero los guardias estaban firmes

Con el estómago lleno, seguimos hacia Buckingham Palace, hogar de la monarquía británica y epicentro de banderitas ondeantes y selfies con los guardias. Spoiler: no parpadean. Aquí no pudimos ver a la Reina Isabel II, pero sí a una horda de turistas intentando averiguar si la bandera ondeaba (sí = está la Reina, no = está tomándose un té en su castillo de Escocia).

Fachada principal Buckingham Palace

Si llegas a la hora justa puedes ver el famoso cambio de guardia, un espectáculo coreografiado con precisión militar y más cámaras que un reality. Aunque el palacio solo abre al público en verano (cuando los royals están fuera), sus jardines y la fachada bien valen la visita. Y si te interesa profundizar, puedes visitar las Queen’s Gallery y los Royal Mews justo al lado, donde se exponen obras de arte reales y las carrozas que usan para las grandes ceremonias, o simplemente leerte este post de historia del Buckingham Palace.

Dato curioso: El palacio tiene más de 700 habitaciones. Imagina limpiar eso. Y yo quejándome de fregar dos o tres platos.

Guardia Real en Buckingham Palace

Kensington Palace: más monarquía, más glamour

Un paseíto por el Hyde Park (sí, el de las ardillas descaradas) y llegamos a Kensington Palace, donde vivieron Lady Di y ahora viven los príncipes Guillermo y Kate. El lugar tiene ese aire de “cuento real pero con drama de serie”. Si eres fan de la realeza, este sitio te lo gozas. Si no, te lo gozas igual porque el jardín es precioso y la tienda de souvenirs vende tazas de la reina con cara de emoji.

Kensington Palace

Dentro del palacio puedes visitar exposiciones permanentes sobre la historia de la realeza británica, incluyendo vestidos icónicos de la princesa Diana, retratos oficiales y objetos personales de varios monarcas. La parte más reciente del palacio contrasta con las alas históricas llenas de escalinatas, tapices y mobiliario de época. Además, los jardines —incluido el Sunken Garden— son ideales para perderse un rato entre flores, fuentes y banquitos estratégicos para fotos de cuento.

Contemplando el inmenso jardín

El final perfecto: La hora del té

Y como broche de oro: azúcar bien merecido. Terminamos el día en una de esas cafeterías que te atrapan con olor a canela desde la esquina, y nos pedimos un muffin de chocolate y un muñeco de jengibre con cara de “me vas a comer, pero me lo tomaré con orgullo”.

Delante de Muffin Man Tea Shop

Esta ruta en un día es una locura… pero una de las buenas, jejeje, pero es lo que hay si dispones de muy pocos días para ver lo más representativo de Londres. Lo mejor de todo es que hemos visto cabinas rojas, iglesias raras, momias egipcias, palacios reales y comido curry picante y muffins gloriosos. Historia, cultura, comida y postureo en un solo recorrido. ¿Alguién da más?

Comiendo Muñequito de Jengibre
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Apasionado por la tecnología, el diseño y la fotografía, combino informática y creatividad en el desarrollo web. Amante de la gastronomía, el deporte y los viajes, siempre en busca de nuevas experiencias que me inspiren.
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