Como viene siendo habitual durante años, en los días previos a la Semana Santa, cuando Murcia se prepara para vivir con intensidad su semana nazarena, la Santa Iglesia Catedral se convierte en escenario de una experiencia musical y espiritual única: la interpretación del Réquiem en Re Menor, K. 626, de Wolfgang Amadeus Mozart. Esta cita anual, organizada por la Universidad Católica de Murcia (UCAM), se ha consolidado como uno de los actos culturales y litúrgicos más significativos de la ciudad.

La obra, cargada de simbolismo y emoción, es interpretada por la Orquesta Sinfónica de la UCAM, dirigida por Salvador Pérez, y la prestigiosa Coral Discantus, bajo la batuta de Ángel Carrillo. A ellos se unen las voces solistas de Belén López (soprano), Lola Casariego (alto), Francisco J. Sánchez (tenor) y Antonio Torres (bajo), en una velada que trasciende lo artístico y se convierte en meditación, recogimiento y conexión con lo trascendente, justo en la antesala de la Pasión.

Mozart: Un genio precoz, una vida intensa
Wolfgang Amadeus Mozart nació en Salzburgo en 1756. Fue un niño prodigio que, desde los cinco años, componía obras y asombraba a las cortes europeas con su virtuosismo en el piano y el violín. Su padre, Leopold, lo educó con gran rigor, y lo convirtió en una celebridad musical antes de llegar a la adolescencia.

A lo largo de su corta vida, compuso más de 600 obras que abarcan todos los géneros de su tiempo: óperas, sinfonías, conciertos, misas, música de cámara, etc. Murió en Viena en 1791, a los 35 años, dejando inacabado su Réquiem, que con el tiempo se convertiría en una de las obras más emblemáticas de la historia de la música.

Réquiem: Un encargo misterioso
En el verano de 1791, Mozart recibió un encargo anónimo: componer una misa de difuntos. El misterioso mensajero resultó ser un emisario del conde Franz von Walsegg, quien pretendía atribuirse la obra en memoria de su difunta esposa. Este contexto sombrío, sumado al deterioro de la salud de Mozart, alimentó su creencia de que escribía música para su propio funeral.

El 5 de diciembre de ese mismo año, Mozart falleció sin completar la obra. Su viuda, Constanze, propuso, en primera instancia, a Joseph Eybler, para que la acabara. Eybler trabajó durante un tiempo en la partitura hasta que se vio desbordado por la idea de la imposibilidad de acabar la obra de un genio y es entonces, cuando recurrió al discípulo más cercano del compositor, Franz Xaver Süssmayr, y poder entregar la partitura a su comitente.

Süssmayr acompañó a su maestro casi hasta su lecho de muerte con la partitura en la mano (no fue Salieri, como muestra la película Amadeus, de Miloš Forman, por su mayor atractivo para el cine), recogiendo las indicaciones del compositor, realizando ensayos in situ hasta el último momento. Esta versión de Süssmayr, basada en esbozos y fragmentos del maestro, es la que ha llegado hasta nosotros.

Réquiem en Re Menor K 626: Descubriendo su alma
Se trata de la decimonovena misa y la última obra compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart, una partitura escrita para orquesta sinfónica, coro y cuatro voces solistas: soprano, contralto, tenor y bajo.

La instrumentación del Réquiem responde al modelo habitual de la orquesta sinfónica del siglo XVIII, aunque con una plantilla algo más reducida. La obra tiene una duración aproximada de 50 minutos, variable según el tempo y estilo interpretativo de cada ejecución. El texto litúrgico original, en latín, corresponde a la tradicional misa de difuntos de la Iglesia Católica y se atribuye al franciscano italiano Tomás de Celano (ca. 1250), autor también de otras composiciones litúrgicas medievales.

Simbolismo y significado
El Réquiem no es solo una pieza litúrgica; es una meditación musical sobre la muerte, el juicio y la esperanza de redención. Cada movimiento tiene una función simbólica y emocional:
- Introitus (Requiem Aeternam): Abre con una súplica por el descanso eterno, en tono sombrío pero sereno.
- Kyrie: Una plegaria intensa en forma de fuga que clama misericordia.
- Sequenz: Una serie de seis secciones que describen el Juicio Final:
- Dies Irae: El día de la ira, con fuerza dramática.
- Tuba Mirum: Anuncio de la resurrección con trompetas y solistas.
- Rex Tremendae: Exaltación del Rey temible, mezcla de poder y súplica.
- Recordare: Oración lírica que recuerda la compasión divina.
- Confutatis: Contraste entre condenados y justos, fuego y esperanza.
- Lacrimosa: Lamento profundo; Mozart murió antes de completarla.
- Offertorium: (Domine Jesu y Hostias): Intercesión por las almas, ofreciendo sacrificios.
- Sanctus: Himno de alabanza majestuoso.
- Benedictus: Movimiento más íntimo, anuncia al que viene en nombre del Señor.
- Agnus Dei: Plegaria final por la paz eterna.
- Communio (Lux aeterna): Regresa al tema inicial, cerrando con luz y esperanza.

Una experiencia única
La Catedral de Murcia, con su majestuosidad barroca y su historia, se convierte en un marco incomparable donde el Réquiem de Mozart resuena como un eco atemporal que atraviesa siglos y emociones. En este escenario sagrado, la música se funde con el alma nazarena de la ciudad, ese latido íntimo y colectivo que despierta en cada murciano cuando la Semana Santa se acerca. Sin lugar a dudar una experiencia que deberías realizar alguna vez. ¡Te la recomendamos!
