El corazón de la ciudad que nunca duerme, palpita a un ritmo frenético y vertiginoso. La ciudad de Nueva York se caracteriza, entre otras muchas cosas, por el bullicio incesante de sus avenidas. El claxon de los coches es constante en las retenciones diarias. El transitar de turistas y neoyorquinos es seña de identidad de la gran manzana.
Pero en la ciudad de Nueva York, también es posible encontrar lugar para la calma. Y se agradece. En una ubicación privilegiada, en el 560 de la 7º Avenida, muy cerca de los puntos más visitados de Manhattan, encontramos el hotel Margaritaville Resort Time Square.
Su inspiración en una isla tropical ha sabido captar y transmitir ese espíritu sosegado y pausado de los isleños. La buena relación calidad- precio-ubicación, también es un aspecto importante que ayudará a no disparar tus pulsaciones.
Margaritaville Resort Times Square
Nada más cruzar su puerta principal se hace patente un “espíritu surfero” en la decoración. La pantalla del ascensor te evoca a paisajes paradisíacos de mar, palmeras y mojitos.
En todas las estancias del hotel la temática es reiterada. Su restaurante principal se caracteriza por el predominio de vegetación. Un ambiente agradable que comparte espacio con una enorme estatua de la libertad. No olvidemos que estamos en Nueva York.
El toque “vacaciones en el mar” lo pone su piscina exterior, que lógicamente, debido a las temperaturas invernales no disfrutamos de ella, pero si te alojas en verano es todo un plus.
Habitaciones
Si seguimos recorriendo sus instalaciones es interesante llegar a sus habitaciones, lógicamente, la parte más importante de nuestra estancia.
Nosotros elegimos una habitación doble, categoría estándar. Sus dimensiones no son su punto fuerte, pero así suele ser en todos los hoteles de la ciudad, comparando con categorías similares (cuatro estrellas). Aunque muy a su favor es el hecho de que todas las piezas del cuarto de baño estuvieran ahí, en el aseo. Puede parecer extraño el comentario, pero es habitual que el lavabo esté a los pies de la cama en los hoteles de la ciudad. No busques armarios, ni espacio para poder abrir la maleta… Sólo una pequeña barra para colgar un par de prendas, privilegiadas.
La cama es muy confortable, aunque lo mejor de la habitación son sin duda, las vistas que te regala su amplio ventanal. El hotel está muy bien ubicado y las habitaciones dan a avenidas amplias, al menos las dos habitaciones que tuvimos la oportunidad de ver, por lo que no nos encontramos con vistas a un muro de hormigón. Un verdadero disfrute.
Siempre me había hecho especial ilusión contemplar la elegancia de la brillantez de la noche o el despertar de la ciudad de los rascacielos, cómodamente entre las sábanas. Y nuestra habitación, en la planta 22, era sencillamente perfecta para ello.
Rooftop
Salgamos de la habitación para seguir ascendiendo. En la parte más alta del hotel (planta 32 y 33) llegamos al que tal vez sea mi lugar favorito, el rooftop. Aquí nos encontramos con un bar en el que poder picar algo de comer y/o tomar alguna bebida. Dispone de una barra central y unas mesas laterales con cómodos asientos.
Su punto fuerte, sus vistas a Manhattan. Está acristalado para poder ofrecer buenas vistas y un ambiente cálido en las bajas temperaturas de la noche invernal neoyorquina. También tiene una terraza exterior, si preferimos que los ventanales no sean un obstáculo visual, aunque por el momento, no está climatizado.
Es un espacio abierto al público, como así sucede con los rooftop de otros hoteles o edificios de la ciudad. Esto hace que el tráfico de los ascensores no sea tan fluido en determinados momentos. ¿Pero quién tiene prisa cuando está de vacaciones?
Acabar el día aquí, gozando de este entorno, mientras cenas o tomas una copa es una sensación indescriptible. De las que tal vez sólo te puede regalar New York.
Crecer sin que la altura me haga perder de vista lo importante. Y lo importante…es la vidaJorge Bucay