Tener pocos días en París es como entrar a una pastelería francesa con solo cinco euros: quieres probarlo TODO, pero toca elegir bien. Por suerte, esta ruta navideña, a pie, por París exprime la ciudad como un buen limón sobre una crêpe.

Así que olvídate de las siestas y los paseos lentos, porque aquí se viene a ver (casi) todo, con zapatilla cómoda, cámara en mano y espíritu navideño a tope. ¡Vamos que no hay tiempo que perder, que la Torre Eiffel no se va a iluminar sola!

Es invierno en París. El Sena nevado, los cafés humeantes, las luces brillando más que el vestido de una Drag Queen en Nochevieja y nosotros con la nariz roja como Rudolph. Sí, se te congelan hasta las ideas, pero también es cuando la ciudad luce más mágica.

Porque aunque las pestañas crujan y el gorro se quede pegado a la frente, patearse París nevado es como caminar por una postal en movimiento. Hay que olvidarse del termómetro, abrigarse hasta parecer un croissant relleno y lanzarse a descubrir la ciudad con los ojos muy abiertos (y las manos en los bolsillos, eso sí).


Plaza Vendôme
Empezamos fuerte: la Place Vendôme, una joya del urbanismo clásico francés. Fue mandada construir por Luis XIV en 1699 para ensalzar su gloria (porque modestia no era su fuerte). La plaza fue concebida con simetría perfecta y fachadas homogéneas de estilo clásico, símbolo del poder real. En el centro se alza la Columna Vendôme, coronada por Napoleón como César romano, fundida a partir de cañones enemigos tras la batalla de Austerlitz.

¿Hoy? Es sinónimo de lujo. Aquí está el legendario Hotel Ritz, inaugurado en 1898 por el empresario suizo César Ritz, este icónico hotel de la Place Vendôme no tardó en convertirse en sinónimo de elegancia y exclusividad. Fue uno de los primeros hoteles europeos en ofrecer electricidad, baños privados y teléfono en cada habitación, lo que lo convirtió en el nuevo estándar del lujo moderno. Desde entonces, ha acogido a aristócratas, estrellas de cine, diseñadores y espías con igual discreción y glamour.


Entre sus huéspedes más célebres: Coco Chanel (que vivió aquí más de 30 años), Ernest Hemingway (que “liberó” el bar del Ritz tras la ocupación nazi), y Lady Di, que pasó aquí sus últimas horas. El hotel ha sido testigo silencioso de conspiraciones, romances y capítulos clave de la historia del siglo XX. Tras una renovación de más de cuatro años, reabrió en 2016 conservando su aura legendaria, pero con toda la tecnología del siglo XXI.


Academie Nationale De Musique (Opera de París)
De allí caminamos hasta la imponente Ópera Garnier, inaugurada en 1875 y bautizada en honor al arquitecto Charles Garnier. Esta obra maestra del Segundo Imperio es un canto al exceso barroco: mármoles de colores, columnas corintias, frescos, esculturas mitológicas… y una lámpara de araña de ocho toneladas en el auditorio, por si alguien necesitaba dramatismo extra.

La ópera es también hogar del famoso Fantasma de la Ópera, personaje literario inspirado por leyendas reales sobre pasadizos ocultos y accidentes en sus primeros años. Hoy en día, aunque no veas fantasmas, te aseguro que vas a flipar con su opulencia. Incluso si no entras, su fachada es una auténtica clase de historia del arte.

Galeries Lafayette Haussmann
Unos pasos más y entramos a uno de los grandes almacenes más bellos del mundo: Galeries Lafayette, inauguradas en 1912. Más allá del shopping, su gran cúpula de vidrio y hierro estilo art nouveau es una obra de arte en sí misma. Pero en Navidad, se convierte en un espectáculo visual: un árbol gigantesco (cada año con una temática distinta), luces, música y miles de adornos colgantes.

Dato Curioso: Durante la Segunda Guerra Mundial, las Galerías fueron requisadas por los nazis para almacenar material de guerra. Hoy, en cambio, son uno de los mayores símbolos del consumismo parisino… pero con elegancia.


Iglesia de la Madeleine
A primera vista, parece un templo grecorromano en mitad de París. Pero no te dejes engañar: la Église de la Madeleine es cristiana, aunque su arquitectura neoclásica la haga parecer más el Partenón que una iglesia. Su construcción fue tan accidentada como una temporada de “Emily in Paris”: empezó con Luis XV, se paró con la Revolución, Napoleón quiso hacer de ella un templo a la gloria del ejército… y al final, en 1842, se consagró como iglesia.

El interior, sobrio pero elegante, contrasta con su poderosa fachada. Y en Navidad suele acoger conciertos de música sacra que, con la acústica que tiene, son pura piel de gallina.
Village Royal
Esta pequeña callejuela peatonal entre la Madeleine y la Rue Royale fue en su día el marché d’Aguesseau, un mercado local del siglo XVIII. Hoy es un oasis de calma y belleza, repleto de tiendas de lujo, arte y luces navideñas colgantes que hacen del paseo una experiencia onírica.


En Navidad se llena de instalaciones artísticas y decoraciones que cambian cada año. No es raro encontrar desde paraguas flotantes hasta globos dorados en el aire. Historia y estética se dan la mano en este rincón escondido que pocos turistas descubren. Apúntalo.


Plaza de la Concordia
Llegamos a uno de los lugares más históricos (y trágicos) de París: la Place de la Concorde. Durante la Revolución Francesa, se llamaba “Plaza de la Revolución” y fue escenario de 1.119 ejecuciones públicas, incluyendo a Luis XVI y María Antonieta. Hoy, la historia sangrienta contrasta con la elegancia de la fuente, el obelisco egipcio de Luxor y, en estas fechas, la enorme noria navideña.


Desde arriba, las vistas son panorámicas: verás la Torre Eiffel, el Louvre, el Sena y los Campos Elíseos iluminados. Una vuelta de 360 grados que es pura postal.



Pont Alexandre III
A orillas del Sena, caminamos hacia el más majestuoso de los puentes parisinos: el Pont Alexandre III, inaugurado en 1900 para la Exposición Universal. Fue un regalo del zar Nicolás II en honor a la alianza franco-rusa y es todo lo que uno espera de la Belle Époque: columnas rematadas con esculturas doradas, candelabros de bronce y vistas de ensueño al Grand Palais, los Inválidos y la Torre Eiffel.


Aquí te sientes dentro de un videoclip de Edith Piaf o una escena de película de Wes Anderson con nieve cayendo en cámara lenta. Una parada obligada.

Trocadéro y la Torre Eiffel: la reina de las postales
Ya de noche, con los pies congelados pero el corazón contento, llegamos a la zona del Trocadéro, con sus jardines y fuentes que miran de frente a la dama de hierro: la Torre Eiffel. No hace falta subir (aunque si quieres, adelante), porque desde aquí tienes una de las vistas más icónicas del mundo.


En Navidad, a sus pies se instala un mercado navideño con casetas de madera, luces cálidas y puestos de delicias francesas. Raclette, vino caliente, churros y más. Todo con la Torre parpadeando cada hora como si celebrara contigo. Un broche de oro a esta jornada navideña.


Arco del Triunfo y Campos Elíseos
Última caminata del día (¡ánimo!) al Arco del Triunfo, encargado por Napoleón tras su victoria en Austerlitz en 1805. Tardaron tanto en acabarlo (1836) que él ya estaba criando malvas en Santa Elena.

Enfilamos, por fin, la bajada por los Campos Elíseos, la avenida más famosa de París, vestida con miles de luces, escaparates decorados y ese ambiente navideño que hace que hasta el tráfico parezca elegante.

Una paradita para un crêpe o chocolate caliente y ya casi puedes oír sonar la “Marseillaise” de fondo.



Casi ya llegando al final visitamos L’Atelier Renault y Le Rendez-Vous Toyota. Una explosión de luces navideñas y coches eléctricos y prototipos de corte futurista que te dejan con la boca abierta y la cuenta vacía si te compras alguno.


Y de vuelta a Plaza de la Concordia, donde cerramos esta ruta de cuento con los pies agotados pero el corazón calentito. Han sido horas de paseo entre historia, arquitectura, escaparates de ensueño, selfies con guantes y algún que otro chocolate caliente que nos ha salvado la moral.



Porque si París ya es bonita cualquier día del año, en Navidad y nevada, es directamente de otra galaxia. Una ciudad que brilla entre luces, monumentos y recuerdos que, como el confit de pato, se quedan pegados al alma.













«La sirena exótica anhela la emoción de la tentación prohibida.»Aquí — https://rb.gy/3fy54w?undew