Todo el que peca es esclavo del pecado.
Juan 8:34
Uno de los aspectos que más me gustan y valoro en un restaurante es su ambientación, ya que a través de él me puedo transportar a épocas pasadas y experimentar las sensaciones que podría haber vivido en dicho local y época. Restaurante Pecado lo ha conseguido.
En este caso, y como ya me sucedió con Conjugoo, vuelvo a evocar esos extraordinarios años 20, a ese barrio de Harlem, donde paradójicamente, los acaudalados de la emblemática Manhattan, pasaban sus horas entre manjares y cócteles al ritmo de los movimientos energéticos de las bailarinas del charlestón.
La decoración, nada extravagante, contiene lo justo y esencial, cuidando al máximo cada detalle de la estancia. Amplias cristaleras, inmensos espejos, ornamentación de vegetación muy bien seleccionada tanto en especie como en ubicación, en definitiva un ambiente tranquilo y agradable.
La estancia se divide en dos zonas (barra y salón), ambas muy sutilmente delimitadas («pared» de cortina semitransparente) que pasa totalmente desapercibida dando la privacidad y concepto que requiere cada lugar sin desentonar con el ambiente general.
Como es habitual, mientras nos empapamos del ambiente, nos acomodamos y charlamos un poco, pedimos un par de vermuts, pero…¡Ah, sorpresa! (y de las gratas), el camarero, muy amablemente, nos ofreció una nueva bebida que les habían servido desde Portugal y que bajo su opinión, estaba bastante bien. Sin más dilaciones le indicamos que adelante.
¡¡Bueno, bueno, buenooo!! Exitazo total, riquísimo. Refrescante y muy muy suave… ¡entra sólo! jejeje. Un color anaranjado que recuerda a las puestas de sol en el mar. Su sabor, con un ligero amargor final en boca, tiene sugerencias de cardamomo, naranja, pimienta de Jamaica y jengibre, que le dan ese toque equilibrado y refrescante. ¡Nos ha conquistado!, tanto es así que obviamos el vino para ser nuestra compañera de viaje durante toda la cena. Por cierto… se llama Per Se.
De entrantes, empezamos inicialmente con unos Gajos de Aguacate con Salmón marinado en tempura, toque de Soja y Kimchie. He de decir que me sorprendió mucho este plato, pues no apostaba mucho por el sabor de un aguacate en tempura, pero su combinación junto con el salmón y la finísima capa de rebozado, ha hecho que sea uno de los que me guardo para volver a repetir.
Continuamos con una Vieira sobre Blini, Salsa de Ostras, Lima, Jamón Ibérico, Crujiente de Jengibre y Trufa. ¡Exquisitez pura señores!. La suavidad y esponjosidad del Blini (torta de origen eslavo muy parecido a los crèpes ) con esa viera carnosa y ese toque picantito, muy sutil, que deja el jengibre, es un auténtico PECADO no caer inexorablemente en la Gula.
Terminados los entrantes, pasamos a los platos principales que compartimos entre dos. El primero: Humita de Pez Limón, Bechamel de Boniato y Pico de Gallo. Parafraseando a Arguiñano: «¡Rico…rico…rico y con fundamento!» Un bocado muy suavecito y sabroso.
Me gustó mucho la forma de elaboración de «La humita», que aquí os detallo por si tenéis curiosidad: La Humita se compone de una coca casera de aceituna, seguidamente, encima de ésta, una base de cremoso de maíz, una bechamel muy ligera de boniato, el pez limón y tomate cherry. Todo ello envuelto en una hoja de maíz y para el horno. Una pasada.
El segundo y último plato principal que compartimos, fue un Atún, Emulsión de Kimchie, Setas Estofadas y Katsuobushi. Sensacional, un bocado exquisito, potente y muy sabroso. Aunque para mi gusto, y ya se sabe que para gustos… colores…, creo que la introducción de las setas en el plato enmascara y hace desaparecer todo el sabor del atún (ingrediente principal). En cambio, opté por el atún con todo lo demás (incluso con la salsita de las setas) y la diferencia es abismal en potenciación del sabor.
Para finalizar, y de nuevo bien aconsejados por el camarero, nos deleitamos con una Tarta de Queso al Horno, Fruta de la Pasión y Physialis. Una auténtica delicia. De las pocos nuevos conceptos de tarta de queso que verdaderamente me ha sorprendido. Muy meloso el queso y para nada empachoso. Me ha encantado esa finísima capa de azúcar tostada que ha casado fenomenalmente. Para pecar continuamente.
Una vez finalizada la cena, no podíamos resistir la tentación de probar alguno de los cócteles de la carta. Indicar que aparte de los tradicionales, dispones, cómo no, de los Siete Pecados Capitales: Soberbia, Avaricia, Lujuria, Ira, Gula, Envidia y Pereza. Todos ellos servidos en unos preciosos vasos Tiki (Nombre que reciben en la Polinesia Central las estatuas de gran tamaño con forma humana). Pecamos de «Envidia» y «Avaricia».
Restaurante muy recomendable, con una atención y trato magnífico, para esos momentos «especiales». Ese momento puede ser cualquiera, lo «especial» lo hacemos nosotros.