Lanzarote es una de las siete principales islas del archipiélago canario. Con una rica historia que abarca miles de años, Lanzarote ha experimentado una serie de eventos significativos que han dejado una profunda huella en su cultura y paisaje.
Su nombre se debe a un navegante genovés, Lanceloto Malocello, que allá por el s.XIV arribó a las costas de la isla y residió en ella durante dos décadas. La derivación de Lancelotto terminó por convertirse en Lanzarote.
Lanzarote: Primeros Habitantes
Los primeros habitantes conocidos de Lanzarote fueron los aborígenes llamados «majos», quienes llegaron a las Islas Canarias alrededor del año 1000 a.C. Estos aborígenes eran un pueblo de origen bereber que vivía principalmente de la agricultura y la pesca. Construyeron casas de piedra y cavernas en las laderas de las colinas, lo que les proporcionaba protección contra los elementos y los posibles invasores.
La Conquista Española
La llegada de los europeos a Lanzarote se produjo en el siglo XV. En 1402, el explorador normando Jean de Béthencourt llegó a la isla, y poco después, comenzó el proceso de conquista por parte de la Corona de Castilla. En 1404, se estableció un tratado con el líder de la isla, Guadarfía, lo que permitió una toma relativamente pacífica de Lanzarote por parte de los españoles.
Sin embargo, la paz no duraría mucho tiempo. En 1450, se rebelaron contra el dominio español en la llamada «Revolución de los Coroneles», un conflicto que duró varios años. Finalmente, en 1496, la isla fue completamente sometida por los conquistadores españoles y los supervivientes fueron sometidos a esclavitud y conversión al cristianismo.
La Era Pirata
Durante los siglos XVI y XVII, Lanzarote fue víctima de ataques constantes por parte de piratas y corsarios. Estos ataques se debieron en gran parte a su ubicación estratégica en la ruta comercial entre Europa y América. Piratas famosos como el corsario inglés Sir Francis Drake saquearon la isla en varias ocasiones. Como resultado, se construyeron una serie de fortificaciones costeras para protegerse de los ataques piratas, y estas estructuras todavía se pueden ver en la isla en la actualidad. (Castillo de Sta. Bárbara)
La Erupción de Timanfaya
Uno de los eventos más catastróficos en la historia de Lanzarote ocurrió en el siglo XVIII. En 1730, una serie de erupciones volcánicas comenzaron en la zona de Timanfaya, en el suroeste de la isla. Estas erupciones duraron seis años, y durante ese tiempo, gran parte de la isla quedó cubierta por la lava y las cenizas volcánicas. Numerosos pueblos fueron destruidos, y miles de personas perdieron sus hogares y tierras de cultivo.
La erupción de Timanfaya tuvo un impacto duradero en la geografía de la isla y dejó un paisaje lunar característico que todavía se puede apreciar hoy en día. La actividad volcánica también dio lugar a la formación de cuevas y túneles de lava, que se han convertido en atracciones turísticas populares.
Las erupciones de Timanfaya fueron las más importantes que se han producido en Canarias en los últimos siglos. Las lavas emitidas fueron de una gran magnitud, y alcanzaron una temperatura de hasta 1.200 grados centígrados.
La necesidad de proteger un área de características paisajísticas y ecológicas de valor tan excepcional llevó a declarar Timanfaya como Parque Nacional mediante Decreto el 9 de agosto de 1974 y fue reclasificado por Ley en 1981. Posteriormente, la administración autonómica ante una situación que exigía unas medidas que garantizaran la conservación del medio natural, inició una política proteccionista que llevó a la declaración en 1987 de la Ley de Espacios Naturales Protegidos que fue complementada en 1994 por la Ley de Espacios Naturales de Canarias. Este marco jurídico establece un régimen de protección a los espacios naturales más sobresalientes que han sido clasificados en diferentes categorías de protección.
El Turismo y César Manrique
El turismo comenzó a tomar importancia en Lanzarote en la década de 1960, cuando se construyeron los primeros complejos turísticos en la isla. Sin embargo, el verdadero impulso para el turismo en Lanzarote se produjo gracias a la visión y el trabajo del artista y arquitecto local César Manrique.
Manrique, nacido en Lanzarote en 1919, regresó a la isla después de estudiar y trabajar en el extranjero. Fue fundamental en la promoción de un turismo sostenible y respetuoso con el entorno natural y cultural de Lanzarote. Abogó por la conservación de la arquitectura tradicional y la limitación de la altura de los edificios, lo que dio lugar a un paisaje más armónico y estético.
Además, Manrique participó en la creación de varios centros turísticos y atracciones, como los Jameos del Agua y el Mirador del Río, que se integran armoniosamente en el paisaje volcánico de la isla. Su influencia en la planificación y el desarrollo turístico de Lanzarote es evidente en toda la isla y ha contribuido a su reputación como un destino turístico único.
Lanzarote en la Actualidad
En la actualidad, Lanzarote es uno de los destinos turísticos más populares de las Islas Canarias y de España en su conjunto. Sus playas de arena dorada, su clima cálido y seco durante todo el año y su paisaje volcánico único atraen a visitantes de todo el mundo. La isla ha logrado un equilibrio entre el turismo y la preservación de su entorno natural y cultural gracias a las medidas de conservación implementadas por César Manrique y otros defensores del patrimonio de Lanzarote.
El turismo es la principal fuente de ingresos de la isla, y la infraestructura turística incluye una amplia gama de alojamientos, restaurantes y actividades recreativas. Además de disfrutar de las playas y el sol, los visitantes pueden explorar las maravillas naturales y culturales de la isla, como el Parque Nacional de Timanfaya, los Jameos del Agua, la Cueva de los Verdes y los viñedos de uva malvasía en «La Gería».
Lanzarote también es conocida por sus festivales y eventos culturales, como el Carnaval de Arrecife, que atrae a miles de visitantes cada año. La gastronomía de la isla combina influencias españolas y canarias, y los platos locales incluyen pescados frescos, papas arrugadas con mojo (una salsa picante) y quesos artesanales.