Ya desde el mes de su inauguración, mediados de Octubre del 2018, cada vez que pasaba por delante de su cristalera, sentía la necesidad de entrar en Abadía de Ibéricos, y es que el ver su escaparate, uno no puede resistirse a la llamada.
Viniendo de familia ganadera desde 1889, su antepasado José Sánchez Arroniz ya recorría las tierras de España vendiendo cerdos. Agricultor, criador de cerdos y tratante, gestó una saga que en la actualidad es muy reconocida en el sector por su buen hacer. En 2010, se propusieron una nueva evolución en el sector, y no ha sido otra que el llegar al consumidor directamente a través de la restauración.
El concepto de ir de tapas por mi Murcia, de «platico» de jamón y queso y vino, es algo que me encanta y no me puedo resistir, y más cuando el producto es de una calidad inconmensurable como es el caso. Todos sus productos son derivados del cerdo ibérico de bellota y de cebo: jamones, paletas, lomos, salchichón, chorizo y carnes, todos ellos con denominación de origen Guijuelo (Salamanca).
A la entrada tenemos la zona gourmet, con exposición de jamones, embutidos y conservas, donde son cortados tanto para su compra particular como para el restaurante. Más adelante tenemos una pequeña barra y posteriormente la zona de mesas. En ella predominan mesas altas y taburetes, aunque también hay mesas bajas, son muy escasas y normalmente están reservadas u ocupadas.
Carta muy bien cuidada y variada donde su producto estrella, el jamón ibérico (bellota 100%, 75% o cebo) hace gala de presencia en casi todos ellos. Lo que es de agradecer, pues no siempre tienes la oportunidad de degustar por ejemplo, unos huevos rotos con jamón de bellota. También prima la gran variedad de quesos nacionales e internacionales que disponen, así como de una selección de vinos exquisita y bien nivelada (Espumosos, Generosos, Blancos, Tintos y Dulces).
En nuestro caso, comenzamos con un tomate partío con morrillo de atún. Delicioso, el atún se deshacía en la boca y el tomate como a mí me gusta, crujiente y sabroso. Continuamos con un plato de jamón ibérico de bellota 100%, acompañado de un delicioso pan elaborado de masa madre. Espectacular, bien cortado, con su tocino para darle ese toque inconfundible; un plato bien reconocido, una cantidad más que aceptable por precio y para 2 comensales es más que suficiente, incluso para 4 estaría bien. El pan, presentado en un baño de AOVE y caliente, una auténtica pasada. En mi opinión y como opción de mejora, podrían acompañarlo también con un recipiente y botellita de AOVE, por si el comensal desea remojarlo aún más en él. Posteriormente, media tabla de queso curado con unas mini-baguettes. Un sabor intenso te recorría el paladar, en nuestro caso le indicamos que la tabla en lugar de ser variada, fuera sólo de curados, ya que a nuestro gusto, para la ocasión y acompañamiento del jamón, nos parece más acertado el curado. Y por supuesto, todo ello maridado con un tinto de nuestra tierra, un Lavia (D.O. Bullas).
Atención y amabilidad a raudales. El personal de sala estuvo espléndido y pudimos observar, hacia con otros comensales, algunos detalles y situaciones que nos indicaron la profesionalidad y el buen hacer por sus clientes.
La relación calidad-precio van cogidos de la mano. Precios muy ajustados a mercado, donde sabiendo qué es lo que estas degustando, algo primordial a la hora de realizar una valoración, no tendrás la sensación de haber sufrido una «clavada» al bolsillo. Sin lugar a dudas, volveré a degustar sus manjares y a tí, te recomiendo que vayas, pues pienso que no te defraudará.